Cada vez que escucho a alguien dudar de la existencia de Dios, del Padre creador, misericordioso, protector, siento gran desazón. Nos negamos a reconocer su existencia, validada incluso en la nuestra, en todo lo que vemos y lo que no, lo posible y lo imposible para nosotros, en todo ello está su omnipresencia y omnisciencia; su poder y conocimiento.
Sin embargo, como persona garante de derechos, respeto a cabalidad la filosofía de vida de mis semejantes, su libertad de culto y credo. Pero, la negativa de algunas personas, entre ellas, letradas, quizás, por aquello de que casi siempre, los cientistas riñen con la fe, me hace reflexionar bastante acerca de cómo es posible, que a más de un año viviendo con una pandemia mundial, en la que Dios nos ha acompañado, y en la que hemos perdido tantas vidas, pero él ha estado a nuestro lado, aun así, algunos duden de su existencia.
Cómo es posible que no seamos capaces de verlo cada día en esa sonrisa que nos brindan, en cada acción que emprendemos; en el bienestar; al despertar, al vivir en paz; tener abrigo, cobijo y quien nos ame. Él está presente también en esa persona enferma que fue levantada, en esa fuerza que nos impulsa estudiar, a destacarnos, y ascender.
Él está en la salud, y cuando atravesamos pruebas, nunca nos deja a solas. Aparece en esas pequeñas y grandes cosas que nos regala la vida…, ¡es tan fácil identificarlo!, Es real, pero, si no lo vemos en todos los ejemplos que tenemos en nuestro alrededor, que dan cuenta de él y de su misericordia, entonces, solo debemos buscar dentro de nosotros mismos…, y lo hallaremos.
Amables, amigas, amigos, con todo el respeto, no seamos incautas-os, Dios cada día hace grandes obras en nosotros, !reales!; las vemos y lo sabemos. ¿Cómo podemos desconfiar de su existencia?
Sin embrago, es prudente que estar consciente de que no debemos ir al Todopoderoso por moda o por dolor, sino, que es mejor llegar a él por amor; en alegría, agradeciendo cada regalo que nos brinda diariamente. Sin fanatismo, ni adocenamiento.
Resulta que, Dios obra con perfección y en el tiempo justo para nosotros, por eso es necesario dejar en sus manos todas nuestras preocupaciones. Sabemos que él jamás va a fallarnos. ¡Reflexionemos, tenemos tanto por que agradecer!
«Buenas cosas vienen para aquellos que creen y cosas mejores llegan para aquellos que son pacientes» y «solo con Dios guiando el camino encontraremos fuerzas, coraje y el valor para seguir adelante y también honrarle con nuestro éxito».
No dejemos de orar, de agradecer al Creador, que cada día libra inmensas batallas en nuestro nombre, que nos crea el camino para que transitemos sin obstáculos. Aprendamos a amarlo y a creerle. Oremos con fe, es bien sabido que, «las oraciones no tienen fecha de vencimiento, y aunque pensemos alguna vez que Dios se olvidó de lo que rogamos, no es así».
Dice un refrán que quienes se arrodillan ante Dios, tienen fuerzas para enfrentarse a cualquier cosa, y el Salmo 36:7, nos recuerda su gran amor, donde: «Todo ser humano halla refugio a la sombra de sus alas». ¡Gracias Padre, por tanto, alabado sea por siempre tu santo nombre!
Creamos, hay tanto porque hacerlo. No olvidemos que sumido en congoja o mirando al suelo, solo nuestra fe en el Creador y las correctas acciones nos impulsarán, no solo a mirar, sino también, a alcanzar el cielo.
Hasta pronto.
santosemili@gmail.com
(La autora es educadora, periodista, abogada y locutora, residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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