Hoy recibo la no agradable noticia desde Santo Domingo de la muerte de Don Alberto Amengual. Fue por décadas el director del programa televisivo «Sea usted el jurado». Entrevistó a lo más encumbrado de la sociedad Dominicana, dando prestigio a un medio que ha ido perdiendo calidad y moral con los años.
Políticos, empresarios, intelectuales, artistas y un sinnúmero de personalidades que enriquecían semana tras semana al pueblo dominicano.
Mucho tenemos que agradecerle a Don Alberto, mucho! Sus inquietudes estuvieron más allá de esta dimensión terrena. Fundó la escuela de meditación trascendental guiado por el Maharishi de la India. Un pensador teosófico hinduista que estimulaba a la práctica, más que a la teoría, de la importancia de «trascender» hacia grados más altos de conciencia.
Don Alberto, fue un iluminador silencioso. De esas personas de las que aprendes con solo estar a su lado. Tuve la dicha de conocerlo una tarde en la que su hijo Omar, me invitó a su casa ubicada en lo más selecto del Mirador Sur.
Recuerdo el silencio que había, aquello parecía un templo. Un piano tocaba desde una habitación lejana en donde las paredes parecían quebrarse ante el peso de los libros que la forraban. En un rincón, opuesto a las fotos de familia, se lucían otras fotos en las que Don Alberto acompañado de lo que parecían sus amigos más queridos y trascendentales. Políticos que llegarían a ocupar la presidencia de la República y otros antagonistas de estos. Don Alberto no discriminaba a la inteligencia, podía mezclarse con todos pero conocía a los hombres valiosos. Es por eso que allí entre sus queridos alcancé a ver a Orlando Martínez.
El legado-testimonio visual, grabado en imágenes y voces que Don Alberto nos deja, debe ser revisado por historiadores modernos ya que el perfil psicológico de nuestros protagonistas de los últimos 60 años debe ser estudiado a partir de estas entrevistas que Don Alberto hizo.
Nunca fue insidioso, pero trataba de desnudar las intenciones ocultas de sus entrevistados. Tenía clase y contrario a muchos periodistas que se han vendido en pro de un bienestar personal, Don Alberto nunca se vendió. Su peculio fue el de un hombre digno y honesto.
Aquel Mercedes Benz blanco que trajo de Alemania, fue producto de su talento. Al igual que aquella casa en Jarabacoa, donde alguna vez jugué al baloncesto con él. Fue el primer vegetariano que conocí y eso quedó marcado en aquel queso blanco horneado en tomates rojos…una delicia para un paladar salvaje de un niño al que siempre le habían dado «cri-cri’ con Coca Cola.
Fue en uno de esos viajes a Jarabacoa que perfilé mi futuro musical y mi gusto por la música con sentido. Sentado en el asiento trasero de aquel Mercedes, los auriculares sonaron la quinta melodía de Beethoven. Era de noche y las estrellas inundaban los cielos del camino. La música penetré mi alma. Fue un momento mágico.
Ya grandecito, volví a ver a Don Alberto, su situación económica había cambiado pero él mantuvo ese desapego como solo los grandes pueden entender. Estaba más allá de los egos y vanidades de la mayoría. Sentado en aquella sencilla sala del Barrio San Gerónimo. Me hizo entrega de un documento que conducía a mi destino marcado y Don Alberto, fue parte de ese engranaje.
Fue un favor que pudo costarle mucho y sin embargo fue siempre fiel a la bondad por encima de todo, así fuese de él mismo.
Caramba Omar, cuanto lo siento!!. Cada día vamos perdiendo un poco más de lo que somos. Vamos girando en una espiral que se cierra como un embudo hasta sacarnos como una gota, uno a uno, solos e inexorablemente.
No tengo más que hacer este pequeño aporte a tu padre al que tan poco vi, sin embargo, ya vez, todo lo que me dio en tan poco. Así vamos desparramando lo que somos sin percatarnos que nos están viendo, que nos están observando y que bueno es recibir de ese amor de personas evolucionadas como tu padre.
Quizás muchos nunca le entendieron, porque él fue un hombre libre y ese fue su mayor legado, su más alto principio. Qué bueno que hasta eso lo aprendí de él!. Sea usted el jurado!. Salud!. Máximo Caminero.
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