Por Máximo Caminero
massmaximo@hotmail.com
Ayer, perdí la oportunidad de reír. Me refugié en los banales asuetos del destino y por no aprender a navegar caí, como siempre, en la artimaña cotidiana.
Hoy, desearía que fuese ayer. Posaría mis manos en todas partes y abrazaría a todo el extraño que se me atravesara. Rompería en sonrisas locas al mirar tan siquiera a un pájaro. Me sentaría en la arena a contemplar el mar y soñaría en ser pirata, libre, desalmado, despreocupado.
Mañana, las sirenas anuncian encierros. Aún no sabemos cómo caímos en esto pero, el silencio se ha ido apropiando de la ciudad. No hay aviones que rompan los vientos ni tan siquiera niños en bicicleta. Las ventanas se cierran entre cortinas que miran sospechosas.
Ayer, caminé como siempre por el barrio. El flujo habitual de homeless compraba cervezas y se refugiaba a la sombra del flamboyán. La gente hurgaba en las tiendas de segunda mano tratando de encontrar un tesoro. Los niños “lameaban” sus helados sentados, uno al lado del otro.
Hoy, las paredes de esta casa se hacen pesadas. Anduve buscando entre cajas los recuerdos encerrados y descubrí que siempre fui feliz!. Que en todas las fotos y videos había una sonrisa latente, unas ansias mustias que no eran verdad. Lamenté lo perdido deseando encontrarlo…
Mañana, nos vendrán a buscar. El humo inundará el vecindario y quedaremos en tinieblas. El camión arrastra sobre su espalda una manada de gente desnuda. Ahora entiendo las miradas de los cerdos aquella tarde solitaria cuando crucé el matadero. La tristeza que provocamos nos las comemos indiferentes en la mesa…
Ayer no hice nada. Me la pasé de pendejo sentado, viendo mi celular. Indagando el mundo y los que otros habían hecho. Me recosté en el sofá y relajadamente me sacié de frutas y golosinas.
Hoy, ansío esas pendejadas de ayer. El mundo simple y hermoso que se derrochaba invisible a nuestros pies se ha perdido. Los gritos de angustia en el barrio se hacen cada vez más constantes. Hay un pánico generalizado.
Mañana, si sobrevivo, seguro que estaré más solo. Ya los gritos que surgen del barrio se van apagando. Cada vez somos menos. Seguro que sobrarán los trabajos y vendrá mucha gente de afuera. Nuevos amigos.
Ayer visité a mi hermana, comí de su deliciosa cocina. Legado de mi abuela materna, Altagracia. Ella, nos llevó de sus manos, por aquella sombreada calle frente al palacio presidencial. Hay momentos puntuales que extrañamente recordamos.
Hoy, entre los videos familiares, volví a escuchar la voz de mi madre. Volví a ver sus ojos azules y su cicatriz en la frente. Si la vida es un sueño, hoy he vuelto a soñar lo mismo.
Mañana, quedará esta pesadilla pendiente. Volveré a recorrer las calles y la primavera borrará con sus frescos colores todo el aire desatado por antiguas angustias. Desearé como hoy deseo mi pasado pasado y por un instante fugaz…anhelaré lo odiado.
Ayer, anunciaron una pandemia irremediable. Como esos huracanes que vemos acercarse y que nos urgen prepararnos para el embate. Nos llenaron de pánico y de muerte. Nos sacaron al animal que llevamos.
Hoy, aprecié lo que ayer tenía y aprendí a ver lo que hoy tengo. El golpe me ha sacado el aire y de paso me ha dado un regalo inestimable… me ha dado lo que tenía, es decir, lo que siempre tuve y tengo, el regalo de vivir.
Mañana, no habrá mañana, ese sueño no existe. Es por eso que no podemos anhelar lo que no tenemos porque es una ilusión. En cambio, lo vivido y lo que se vive es lo que cuenta. En mañana siempre está el final de esta historia y mañana… siempre es hoy. Salud!. Mínimo Caminero.
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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