En Colombia la violencia, plagada de masacres, fosas comunes, moto-sierras, mutilaciones, asesinatos y torturas, se inició a finales de la década de los 40 con el asesinato de Gaitán y el genocidio campesino, y desde entonces no ha cesado.
La Marquetalia de Marulanda solo fue una digna respuesta del campesinado masacrado y del atrevido y audaz inicio del pueblo de esa joven nación al legítimo ejercicio del derecho a la insurrección; derecho reconocido por la ONU, antes de ser políticamente pervertida por EU y la UE.
Está confirmado además que cada vez que la insurgencia colombiana ha intentado acordar la paz, la violencia se ensaña más contra ella y contra su pueblo.
Esto fue lo que aconteció cuando, luego de un pacto de paz, la Unión Patriótica pasó a la legalidad: el costo fue de alrededor de 5000 víctimas mortales del terrorismo de Estado colombiano tutelado por el Pentágono e integrado a la OTAN.
Está pasando algo similar después del reciente intento de paz concertado en La Habana y traicionado tan pronto fue proclamado.
Resaltan las evidencias de que, con un Estado terrorista y gobiernos asesinos, es imposible lograr garantías de paz.
Miren lo que ha acontecido durante el gobierno de Iván Duque: El Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz de Colombia (IDEPAZ) destacó que “desde la firma del Acuerdo de Paz, en 2016, hasta el 15 de julio de 2020, 971 líderes sociales y personas defensoras de derechos humanos han sido asesinadas en el país”, y adicionalmente se produjeron 31 masacres con un total de 132 víctimas.
El terror continuó en ascenso en el último semestre del 2020, en plena pandemia; y el balance en lo que va del 2021 es el siguiente: 57 líderes sociales y activistas de derechos humanos fueron asesinados/as, 22 ex–guerrilleros/as corrieron la misma suerte, 78 desapariciones, las masacres se elevaron a 91 y en el curso del estallido popular fueron acribillados/as 31 colombianos/as tras la orden presidencial de “disparar” a matar.
A los compases de esa ruta macabra, EEUU, Unión Europea, el Estado terrorista israelí y el Grupo de Lima (al que se sumó el gobierno de Abinader), no han cesado en involucrarse en la misión de desestabilizar y revertir el proceso bolivariano en Venezuela; activando toda la plataforma militar y paramilitar de ese Estado vasallo, al que siguen llamando “democracia”.
Solo que ahora el pueblo indignado en las calles transforma aquel Bogotazo y aquella Marquetalia en rebeldía generalizada y clama: ¡Fuera Duque y el terror de Estado!
narsoisaconde@gmail.com
(El autor es dirigente política residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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