Daniel se queda… ¿por qué se queda Daniel?
Porque es un hombre y un hombre no es más que eso.
Podríamos decir que las leyendas suelen ser muy bellas. Traerán tragedias, muchas, pero al final, y con el tiempo, se suelen embellecer y ser «aleccionadoras» que nunca mueren.
¿Cuántos hombres de la historia podríamos contar como, extra- terrenos? Humanos que han vivido desapegados de su momento por saber además…de la brevedad del tiempo. Marcus Aurelius es un buen ejemplo de esos pocos.
¿Quién no ha tocado la gloria para creerse ella? Qué difícil es mirar desde las alturas. Embriagado en oro y rodeado de lenguas que lamen los cristales transparentes tornándolos turbios.
¡Ah! Qué difícil es bajarse del trono. Uno hasta llega a creerse redentor que ha nacido con ese designio. Suele mirar los volcanes y hacer suyos sus crujidos.
¿Por qué se queda Daniel? ¿por qué no? Si se lo ha ganado a pulso. Se ha ensuciado las botas de lodo y hasta ha comido escorpiones para sacar a patadas a «otro» que como el, hoy, también se quería quedar.
¡Ay el hombre! Somos buenos y hasta matamos.
Luchamos en causas justas por el bien de todos y, en algún lugar del camino ajustamos las causas a nuestro servicio.
¡si! Daniel se queda. Se quedará como otros se han quedado antes. Como aquellos que también vinieron, 500 años atrás, con una cruz y mil espadas.
Imponiendo creencias y paraísos que nunca serian dados aquí en la tierra porque todo esto son solo momentos que se esfuman… ¿no es así Marco Aurelio?.
¡Se quedará Daniel! Como los corsarios de Granada. ¿Qué tendrá esta tierra que hace empeñarse a los hombres ser reyes? Parecería que sus altas montañas disfrutan el correteo de los cesares y augustos.
Por ahí anda escondido un hombre humilde y franco. Los yanquis quisieron perderlo en el abismo del olvido, pero no, el resucita constantemente, y pasivo, se para firme con su sombrero que medio sombrea el rostro de la dignidad nativa.
Daniel se queda ¿por qué se queda Daniel? Porque tiene corazón y cerebro y pies y manos. ¡Un humano! ¿qué otra especie necesita quedarse para siempre?.
Los animales comen lo justo y al envejecer, los dirigentes, reconocen sus debilidades y pérdida de facultades, cediendo a los más aptos el curso de la manada.
Nosotros, los hombres, solemos quedarnos para siempre. Mataríamos a todos los jóvenes y mujeres y ancianos con tal de llegar «allá»… ¿dónde?… ¡allá!…
Ese «allá» es transparente. Ni Daniel, ni Anastasio, ni John o Rasputín lo saben. Allá no es un lugar, ni siquiera un camino como el de Ítaca. Más bien es un abismo en donde solemos caer infinita y estérilmente.
Daniel no se va, se queda porque es humano como usted o como yo. Habrá que sacarlo o simplemente dejarlo que se apague solo. Luego vendrá el otro y el otro y el otro…
No hay pueblos brutos. Hay ignorancia y manipulación, pero más terrible aun es el miedo.
Daniel no es diferente. Es solo un ser humano, como usted o como yo.
Hipólito, Balaguer, Leonel, Danilo, Trump, Putin ¡todos! Son Daniel. Y todavía hay quien se pregunta ¿por qué se queda Daniel?.
Quizás deberíamos preguntarnos también, ¿por qué nos quedamos todos en dónde estamos? ¿qué extraña fuerza nos ata a nuestro trono?.
Hay una canción de Silvio Rodríguez que canta en una estrofa; «soltar todo y largarse, ¡qué maravilla!». Todos quisiéramos en algún momento soltarlo todo y salir huyendo. Dejarlo todo botado y liberarnos hasta del nombre.
Pobre los hombres, que no son más que hombres. Se olvidan que detrás de Daniel está Daniel, edificando otro jaque mate.
Por eso se queda Daniel. Porque sabe que somos hombres y que un Marcus Aurelius solo sucede cada treinta siglos con suerte.
Al final, para hombres como yo, la libertad está en el camino, pisando arcilla.
«Destino a las estrellas resplandecientes» piénsalo Daniel?. ¡Salud!. Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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