Por Narciso Isa Conde
narsoisaconde@gmail.com
El coronavirus, trasmutado a covid-19 y golpeando primero a China, hay que situarlo en el marco de los forcejeos y competencias que EE UU ha provocado al incorporar con más fuerza la guerra biológica dentro de su esquema de guerra global infinita.
El covi- 19 no es un maíz. Pero es obvio que el peligro que representa está siendo empleado para encubrir y/o minimizar epidemias y pandemias político-sociales de mayor mortalidad, generadas por virus como el hambre-virus, impunidad-virus, corrupción-virus, partidocracia-virus, Conep-Virus, OEA-virus, feminicidio-virus… los cuales cuentan con la suprema protección del virus-conservador.
En este contexto el Conep-virus, liberado por el Gobierno, mutó para dar paso al dialogo entre todas las fuentes de esos agentes patógenos, en un Consejo Económico y Social destinado a desencamar a monseñor Agripino, luego de la grave afección que sufriera por encubrir el virus Odebrecht en Punta Catalina.
Previamente el presidente Medina liberó el OEA-virus para provocar una investigación favorable en la JCE, con reporte posterior a los comicios del próximo 15 de marzo.
El virus-conservador, que también se esfuerzan en inyectarles a ciertos promotores de la indignación juvenil, cubre un gran espectro en cuanto a protección de esta suma de virus genocidas.
Cero constituyente, cero destitución de la JCE, cero investigación independiente de lo acontecido el 16 de febrero, mareo “made in OEA”, son, entre otras, las metas de un destemplado conservadurismo que procura preservar todo un sistema viral de nefastas consecuencias.
Sus sustentadores no quieren entender que estamos frente a la descomposición incontenible del modelo político-institucional impuesto en 1966, al que le superpusieron la restructuración y recolonización neoliberal del capitalismo, en franco deterioro en toda nuestra América.
Quieren ignorar las peleas a muerte entre dos facciones del PLD y sus entronques empresariales, el chantaje mutuo entre partidocracias corruptas y grupos capitalistas, el agotamiento del arbitraje desde el Conep, la decadencia de Agripino y las recurrentes indignaciones del pueblo y la juventud convertida en movilizaciones multitudinarias.
Los diálogos anestésicos pierden efectividad. Los capos políticos se ponen brutos. Los árbitros son parciales y generan desconfianzas insuperables. Los remiendos no se pegan. El imperio siembra el caos para intervenir más y más.
Esta institucionalidad se pudrió. Dicen que estamos proponiendo caos, cuando ellos son el caos. La verdad es que desde este sistema no se puede enfrentar la corrupción y la dictadura de los súper enriquecidos, porque el sistema es corrupción.
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