Si algo es real en esta vida son los momentos. Aquellos instantes en los que quedamos marcados por un bien o un mal.
Tener la habilidad de deshacerse de los malos momentos es algo dado a aquellos que cultivan la búsqueda y contacto con los misterios del universo.
Lograr alcanzar «cierta luz» nos permite sobrepasar todo lo que nos pueda ocurrir mientras en vida estemos.
Entender lo que somos, nuestra fragilidad y breve perennidad, nos hace más conscientes que todo lo que tenemos son momentos y lo que hacemos con ellos.
Vivimos en riesgos permanentes y de todo tipo.
Un amor que nos abandona, que se cansa, que nos engaña.
Un dolor que no nos abandona, que nos cansa, que nos agobia.
Nuestra vida cambia constantemente de la sombra a la luz de la luz a la sombra.
Podríamos pasar de ricos a pobres de pobres a ricos. De cuerdos a locos, ¿de locos a cuerdos?… Bueno, esa está más difícil…
El punto es que, llorar o reír, ¡también terminará en algún …momento!.
Es por eso que entender la importancia del momento que nos toca es sumamente importante para tomarnos las cosas, buenas o malas, con una sonrisa implícita de que todo, tiene, su final.
Comprender nuestra «realidad» nos hará libres de las consecuencias humanas. Nos soltara al fragor inmenso e infinito del universo.
Entenderemos estos momentos como una oportunidad única e irrepetible y en consecuencia, disfrutaremos cada segundo, cada respiración, cada lugar como un regalo divino…porque lo es.
Estar vivos nos hace compromisarios de sostener la llama, la esencia, el deber de cumplir con un destino, así no le veamos sentido. Muchas veces somos instrumentos del destino de otro u otros.
Constantemente nos equivocamos, nos hacemos tiranos o críticos de los demás. Teniendo la opción de convertirnos en la luz y la alegría de «ese» montón de gente perdida.
El momento de iluminación, nos trae paz, caridad, compasión y una divina comedia de bienestar que contamina a todos como un virus inmortal de gozo.
Cuando poseemos la consciencia del discernimiento, nos podrán ver sin zapatos, con la camisa rota, sentados en cualquier esquina y de igual manera querrán disfrutar de la energía positiva que emanamos.
e sentarán a nuestro lado a contemplar el momento. El vuelo fugaz de un ave, la nube que lentamente se transforma, el azul que se hace rojo, las gotas que rozan nuestros rostros.
Hay momentos que carecen de «esos» valores inventados por el hombre ya que son esencia de otros sueños. Dimensiones que llegan al alma y la despiertan.
Mi alma aflora en cada momento que mi ego se posesiona de mí. Constantemente navego en esa lucha y siempre cedo ante mi ignorancia atrevida, ante el turbar que extrémese mi osada e infantil ambición humana.
Mis momentos son pausados y plenos. Llenos de todo lo simple y complejo que los compone.
No hay una hoja que no me sorprenda, un grano de tierra que no provoque en mi la admiración de todo lo creado en esta dimensión terrena.
Voy de momentos a momentos, como un niño a gatas, como un anciano a cuestas. Descubriendo nuevos sueños y despidiéndome de ellos. Como una extraña nostalgia de vivir lo vivido que se vuelve a vivir.
No sé y tal vez nunca sepa si existe un propósito en todo esto. ¡Solo me queda el consuelo de los momentos y de lo que haga con ellos, y con ustedes por supuesto!. ¡Salud!. Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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