Reflexiones en el cambio #12
Si hay algo de lo que no me cabe la menor duda es que Luis Abinader tiene un proyecto de nación, tiene sueños y acaricia utopías. Eso lo hace diferente. Tiene un proyecto de «patria grande» que desea hacer realidad y para ello no se está dando por vencido ante la realidad del actual estado de cosas, no lo cansa la monotonía que produce administrar un estado infuncional que no resuelve los problemas estructurales y mucho menos los de la gente.
Luis es conservador. Sus orígenes no le hacen defensor de posiciones de izquierda, aunque representa hoy a un partido cuya militancia históricamente ha sido de ese litoral, pero él se entiende un reformador cuya pasión por hacer cambios lo podrían convertir en un revolucionario, porque sus ideas al final serán progresistas. Esto al final no es un asunto ideológico porque vemos que estamos llegando al final de las ideologías, porque los cambios en las sociedades no son fruto de la acción exclusiva de la izquierda. En la historia hay muchos casos de estadistas que no siendo socialistas, hicieron cambios significativos para beneficio de su pueblo. Conocí a uno, el General Omar Torrijos.
El Presidente Luis Abinader, no es de dudarse, quiere hacer un gobierno honesto donde la impronta moral sea el sello distintivo de su gestión. No se entrega al confort ni al facilismo de aceptar cómo buenas y válidas «prácticas corrompidas del pasado». Lucha denodadamente contra ellas, en algunos momentos pareciese que en esa lucha está solo, porque su visión de nación muchos la pueden interpretar como ilusión o quimera, pero es su manera de ver las cosas, desde la óptica no de un político tradicional sino de un innovador, que piensa tanto en las presentes como en las futuras generaciones.
Luis es conocedor de realidades pero no es un pragmático que se deja vencer fácilmente «de lo que siempre ha sido así». Quiere demostrar que se puede cambiar el actual estado de crisis que en todos los sentidos abate a la sociedad dominicana. Los que no lo creían, entre ellos el que esto escribe, lo estamos viendo: un burgués determinado a cambiar el país y, créanlo, lentamente lo está haciendo.
Sin tener que regodearse en posiciones de izquierda, sin gorras ni estrellas en los hombros, Luis está decidido a marcar un «antes y un después». Cuando he conversado con él se lo noto en los ojos, esa pasión, esa intención de hacer las cosas de manera muy diferente. Un poco descreído de los políticos tradicionales, apuesta él a utilizar a la juventud de clase media para lograrlo. Equivocado o no, él no desea que los políticos de oficio le impongan agenda, y aunque lo creo equivocado, él nos entiende y con cierta razón, visto todo lo malo que se ha hecho aquí.
Es raro pero lo tengo que admitir, ver que un «empresario» sueñe, se ilusione con cambios cuando a los de su clase sólo les importa el dinero, reniegan a perder o poner en riesgo el «status quo». Es un claro ejemplo de lo que aquí expreso, parece que el Presidente piensa diferente. Es que la vinculación directa con la población, en años de recorridos por todos los rincones de la patria, lo han motivado a auspiciar reformas populares. En contradicción con los de su clase, él no comulga con el criterio de aquellos que poseen fortuna de que todo está bien. En nuestros encuentros he calibrado la voluntad de este hombre y les aseguro, aunque se sorprendan con los que les digo, que muchas cosas cambiarán, ¡ya lo verán!
Sé que en esa idea de Luis no habrán, tal vez, muchos comprometidos, porque pensaron que los cambios serían cosméticos, pero se están dando cuenta que es verdad, que su jefe cree en cambios profundos y hasta estructurales. Están realmente sorprendidos los que pensaban que la «fiesta de la corruptela seguiría». Están desanimados porque, como dice una vieja canción de la trova cubana, «llegó el comandante y mando a parar».
En lo que si difiero del Presidente Abinader no es el fondo, es en la forma, porque él cree que los cambios como los que él propone realizar se harán y se aceptarán tan tranquilamente en esta sociedad. Tiene que darse cuenta que él va a conmocionar la nación, una especie de proyecto de refundación del Estado nacional.
Ese programa de «refundar la República» lo leí de una tesis elaborada por mi estimado amigo Don Fafa Taveras e igualmente, del proyecto originario de la V República de Chávez. La refundación es el proceso y la consecuencia de modificar algo sustancialmente. Estoy convencido que eso es lo que necesita el país, una profilaxis social y, si de verdad eso desea hacer el Presidente, que lo exprese sin temor alguno, porque en esa tarea, en esa cruzada por cambiar el actual estado de cosas, seremos muchos los que estaríamos dispuestos acompañarlo y apoyar su gestión, aunque tengamos diferencias metodológicas o programáticas.
Los cambios se deben hacer urgentemente, no esperan más y lo correcto es que no tenemos que poner condiciones de corte ideológico para apoyar una iniciativa fundamental para restaurar la nación, porque hemos tenido avances y mejores números de crecimiento económico en estadísticas, pero lo único que ha crecido en verdad es la exclusión, la inequidad, la corrupción, la pobreza, los anti valores, la indisciplina, la falta de moral y de civismo.
Esto necesita de cambios estructurales reales. Si el Presidente está convencido,, que es quien aspira a cambiar las cosas, debe estar dispuesto realmente a tomar el toro por los cuernos, porque las taras creadas por la costumbre, por la aceptación y por nuestra idiosincrasia como pueblo se impondrán, porque en esta lucha de mejorar la salud de la patria no hay términos medios, determinado en algunos casos a hacerlas en firme. Parafraseando a Torrijos, «en nuestra sociedad, como se ha impuesto el mal, también hay que imponer el bien».
Para que el reto del Presidente Abinader no se convierta en «sueños truncados», deberá estar claro que este propósito necesitará de lo que llamaré el Decálogo del Cambio, que aquí les presento:
1- El Presidente Abinader debe presentarle su proyecto de «refundación» al país, con acciones concretas, explicando claro lo que él desea hacer y cómo entiende que se debe hacer pero, tiene que estar abierto en un diálogo nacional a escuchar planteamientos de todos los sectores para lograr que sus decisiones alcancen consenso.
2- El Presidente necesitará hacer conciencia a la estructura militar y policial de que este esfuerzo necesita de su apoyo y disciplina, de su espíritu de sacrificio, pero sobre todo de imponer el respeto sin abusos, porque hay que aplicar la ley con guantes de seda con los ciudadanos de paz y mano dura con la delincuencia organizada. La miseria y la marginalidad, esas hay que combatirlas por otros medios.
3- Luis necesitará comprometer al PRM, su partido, en esa empresa. Para ello deberá levantar el orgullo del pasado, para que se le ponga enteramente a su servicio, influyendo en ellos, para que al grito de la campaña de su líder «Primero la gente» se incorporen entusiastas a tan ardua tarea.
4- El Presidente está obligado por las circunstancias a que, para que las reformas que realice tengan continuidad y permanezcan en el tiempo, tendrá que promover una reforma a la Constitución a través de una constituyente, donde se postule para ser elegido lo más representativo de todas las clases de la nación, nuestros grandes activos y pensadores, para hacer que el paso ya dado en la del 2010 se amplíe y podamos lograr cambios profundos en nuestra sociedad.
5- El Gobierno para apoyarle deberá iniciar un proceso de concientización a través de una profusa campaña mediática, y de explicación directa de los alcances de la misma a todos los sectores, iniciando en las aulas universitarias, para hacernos entender que somos una media isla, con recursos limitados, donde tenemos que transformar el espejismo en que vivimos en que todos nos creemos que somos parte de una nación rica y auspiciamos un consumismo auto destructivo que provoca ese criterio de la vida fácil, de la vida light cómo se conoce, que está carcomiendo todo el cuerpo social dominicano.
6- El Presidente estará obligado, para lograr avances reales, a auspiciar un proceso para lograr una descentralización inteligente del Estado, eliminar esa herencia trujillista de la centralización absoluta, porque hay que trasladar muchas pequeñas y medianas responsabilidades a las comunidades para que en un esfuerzo autogestionario con las autoridades locales electas, logren superar muchas de las dificultades que la mantienen en el atraso. Pero, para ello hay que extirpar el mecanismo de elección actual que tenemos, porque el que existe, el sistema de «puja» del voto preferencial, está dejando fuera de la representación política a la gente más capacitada, más seria, a los mejores profesionales y técnicos, sobre todo al liderazgo verdadero de las comunidades, que no teniendo recursos para competir en los procesos electorales ni participa en los mismos. Tenemos que hacer que la elección de los ediles sea una función honorífica, para que los mejores hombres y mujeres del país sean postulados y controlen eficiente y honestamente los recursos de los municipios.
7-El Presidente debe usar los mejores ciudadanos que tiene la sociedad, iniciando por integrar a todos los partidos políticos en un esfuerzo de unidad de propósitos y de nación, para comprometerlos a los cambios por venir. Igualmente, debe hacerse con todos los sectores sociales comprometidos con las mayorías, no creo que se deba utilizar a los empresarios en la tarea de gobernar, más si escucharlos. Lo de ellos es hacer riquezas y crear empleos y en eso es que el Estado debe apoyarlos, no involucrarlos en asuntos sociales o comunitarios. Claro está, entre ellos hay notables excepciones que en su filantropía deben, de manera honorífica, participar.
8- El Presidente debe estar consciente que es imprescindible para lograr esas profundas reformas integrar a las diferentes denominaciones cristianas, quienes deberán jugar un papel preponderantes para los cambios a realizar. No cabe la menor duda de que si hay algo bueno, noble y profundamente humano hay es la acción de apoyo espiritual que hace la iglesia en el seno del pueblo. A ellas se les debería entregar parte del control de los hospitales, de las boticas populares, de los orfanatos, de los asilos de ancianos, de los Comités de la Defensa Civil, de los Comités de Emergencia, de la repartición de los programas de asistencia social etcétera.
9- El Presidente debe estar claro que no se puede «refundar la república» sin una política migratoria clara, humana pero, que establezca orden en defensa a los intereses nacionales, porque no se puede tener un país invadido por otro sin control migratorio alguno. Tampoco se puede admitir que nuestros vecinos estén en todas las actividades laborales, porque cada día le quitan espacio laboral a los nacionales y eso no es justo, necesitamos que la inmigración haitiana deje de ser un lucro, un negocio de comerciantes anti-patriotas.
10- El Presidente se resiste a aceptar, y en eso lo debemos apoyar todos, el elefantiásico burocratismo, el cual hay que reconfigurar porque ha convertido en el gran empleador nacional al Gobierno. No es que se reduzcan empleados, el Estado en esto cumple una función social de protección a los más vulnerables, pero si se debe reasignar la nómina pública para trasladarla a donde se necesite, porque mientras hay instituciones hasta con miles de empleados que no hacen absolutamente nada, a los barrios y a los municipios les falta de todo, como bomberos, inspectores sanitarios, vigilantes sociales, personal para limpiar las calles, promotores de salud, gestores culturales, etcétera.
Esas y muchas otras cosas más son las tareas ingentes del Gobierno del Cambio, a criterio de lo que vemos en línea de pensamiento con el Presidente Abinader.
Si el Presidente lleva a cabo esta difícil tarea, el país en hombros lo aclamará, pero más aún todavía llenará de gloria su gestión y su nombre, de manera que, de lograrlo, estará grabado su nombre con letras de oro en la historia.
(El autor es dirigente político residente en Santo Domingo, República Dominicana.
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