“La vida es muy corta y la eternidad muy larga” fue la respuesta que recibí al último de mis escritos que contestaste “La edad del tiempo”.
Anoche, en medio de la oscuridad y de la turbulencia vial que acarrean los “highway” en Norteamérica, recibí la noticia de tu partida.
No fue el covid, ni la gripe azarosa que te ocupó. Fue tu corazón cansado de tanto exclamar al viento mi hermano.
Desnudo como llegaste, ¿qué otra ocurrencia podría tener un ser humano de tu talla?. Que sencillo modo de partir…tal y como se llega.
Me recordaste la anécdota que me contaste en la que tu padre, viendo subir altanero a un orador al podio, vio como todo su aliento se desvaneció ante el público, bajando cabizbajo del escenario.
Tu padre, le dijo; “si usted hubiese subido como bajó, habría bajado como subió”.
La sabiduría era tu compañía hermano, tu voz de poeta, tu pluma, ¡tu adorada Cuba! Siempre Cuba. Tu mil veces mencionada Placetas.
Anduviste cual equilibrista entre las pasiones y fábulas de aquellos que buscando tus halagos anhelaban escalar hasta la cima de la montaña, esa, en la que tu habitabas.
Es por eso que disimuladamente y desde el fondo de tu humildad inquieta alcanzaste a llamar a tu refugio “el nido del águila”.
Allí te visité varias veces, en tu Santo Domingo adorado. El café y la mecedora y el balcón para el cigarrillo de tu adorado amigo “el último de los románticos”.
No Daniel, el último de los románticos eras tú y siempre lo fuiste. Yo quizás sea el último de los piratas, porque nadie podrá negar que en tus escritos abundaban las rosas y los geranios.
Sentados frente a frente, de espaldas a tu exquisita biblioteca donde abundaban lo que escribiste. Solíamos saciarnos del pasado, como si estuviésemos fuera de esta época.
Mantenías en la pared principal colgado aquel inmenso cuadro que pinté, “el retorno”, y que parecía predestinar tu destino una vez alcanzaras llegar donde llegaste.
Si hermano, porque llegaste a desapegarte de esta tierra y así lo vi en tus últimos derroches de tintas. Te elevaste como el alma sin tener que llegar a ella. Cosa que pocos alcanzan.
Quisiste dar más de lo que tenías y ese afán como si presintieras tu pronta partida lo evocaste ayudando a muchos niños de un campo lejano.
“sí vieras las caras de esos niños” me decías emocionado. no tienen ni zapatos.
“escribe párrafos cortos”, me decías, y así lo he hecho desde tu consejo.
Me quisiste como un hermano menor y por eso aceptabas mi lado izquierdo, a pesar de ser tú de ultraderecha.
Sabíamos que por encima de nuestras “equivocaciones” no podíamos obviar que había un cariño noble y puro más fuerte que cualquier ideología.
Te he llorado hermano, como se llora a un amigo, a un amigo entrañable y bueno. Nunca pensé tener que escribir tu despedida…por lo menos no tan rápido.
Don Tiberio nos enterrará a todos con sus 90 y tantos.
Alguna vez alcancé a llamarte “el poeta de los entierros” porque solías escribir “panegíricos fúnebres” de algún amigo muerto… voy por ese camino…
Por eso aquí termino hermano Efraín. Me tranquiliza saber que hablaste constantemente de las estrellas y que hoy andarás entre ellas, con tu oratoria universal.
Un fuerte abrazo a sabiendas de que nos volveremos a ver. Las cosas no andan así no más sueltas en el universo. El cariño es eterno y no puede quebrarse ni extinguirse lo que se quiere, lo que es bueno y noble.
¡El poeta eres tú y el último de los románticos también!. ¡Salud!. Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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