Por Rafael Polanco
Pasando revista
Nadie duda que el presidente de la República, Luis Rodolfo Abinader Corona, está inspirado en las mejores intenciones para con su pueblo e insiste en sus intervenciones públicas en resaltar su decisión de gobernar para todos los dominicanos, como debe de ser, pero al parecer se está dejando abrumar por lo difícil de la actual situación derivada de la pandemia de Covid-19 y sus consecuencias.
Tal vez esté siendo mal orientado por gente de su entorno, pero creo no errar si digo que en lo referente al manejo de la pandemia hasta se me está pareciendo a su antecesor, Danilo Medina Sánchez, quien creyó que la única vía para solucionar la problemática era encerrando a todo el mundo, mientras muchos de sus funcionarios se aprovechaban de la crisis para pescar en río revuelto, aunque ahora, en ese aspecto, no parece ser el caso.
Con sus particularidades, el presidente Abinader Corona nos ha condenado a todos los dominicanos a estar confinados por largas horas, como si la fiebre estuviera en la sábana o como dice la gente, muerto el perro, se acabó la rabia. Los resultados aconsejan buscar otros caminos y, francamente, creo que los hay, pero no se trata de solo aplicar la fuerza.
Por esa razón, insiste junto a los miembros de su gabinete ministerial en tomar decisiones extremas de manera unilateral, desoyendo las recomendaciones de gente sensata que le advierte de la necesidad de buscar consenso en todos los sectores de la vida nacional, para no caer en los mismos errores de sus antecesores, a los mismos que criticaron con severidad.
Es innegable que la situación que presenta la pandemia para el país el mundo es preocupante, por lo que reclama soluciones urgentes, no desde ahora, sino desde hace tiempo, pero antes y ahora se ha seguido el mismo formato para enfrentar la enfermedad.
Consciente de ello, he insistido en la necesidad de que la problemática sea enfrentada, como dice el pueblo, tomando el toro por los cuernos y eso implica buscar otras alternativas, incluso, aplicar sanciones más enérgicas, pero sólo a los que violan las medidas emanadas de las autoridades, más no a todos los ciudadanos.
Ciertamente, mueve a preocupación las imágenes que se observan en los medios de comunicación de cómo muchos malos dominicanos actúan de manera irresponsable y desafiante, ignorando la gravedad de la situación, lo que llama a que se tomen decisiones drásticas contra esos desaprensivos, no metiendo a todos en un mismo saco.
Creo que las autoridades deben tener cuidado al tomar medidas extremas, para no hacer que resulte más cara la sal que el chivo, para no vulnerar derechos fundamentales, que, aunque no se quiera, es lo que se ha venido produciendo desde el inicio de la aplicación medidas contra el Covid, en marzo de este año.
Recientemente escribí un trabajo donde preguntaba, y vuelvo a repetir la interrogante, por qué insistir en encerrarnos a todos, si son más los dominicanos que cumplen sus obligaciones y, de manera consciente, aplican el quedarse en casa, me sumo entre ellos, y, solo cuando las circunstancias les obligan a salir, lo hacen cumpliendo las instrucciones y orientaciones de las autoridades, de guardar distanciamiento físico, usando mascarillas y alcohol o gel para desinfectarse las manos.
Pero como los buenos ciudadanos no son extraterrestres, cuando llegan a la farmacia en busca de medicinas o al supermercado, para reabastecerse de alimento, encuentran un cuadro nada favorable y lo mismo sucede en los bancos, con filas interminables, en las que la gente se apiña para hacer sus transacciones, pero nadie hace nada para ponerle el cascabel al gato.
Se habla de distanciamiento físico de las personas, pero quién se ha detenido a observar lo que pasa en el transporte público, en el que la gente se ve obligada a montarse en vehículos abarrotados para evitar que le llegue la hora del encierro obligatorio, so pena de ser apresado, muchas veces casados y con hambre, para amanecer preso y luego, además, tener que pagar una multa.
El virus contagia a la gente en el día o en la noche, en la casa, en la oficina o la empresa donde labora, en la calle; a los blancos, negros, mestizos, a todos. Basta que una persona enferma, consciente o no de su condición, tenga contacto con uno o más seres sanos, para que se produzca el contagio.
Es evidente que lo aconsejable frente a la problemática debe ser que las autoridades emprendan acciones para crear conciencia en una población que, en términos generales, está acostumbrada a la chercha, las fiestas, el bullicio, en fin, a los canes.
De lo que se trata no es de solo aplicar la represión, entiendo se deba someter al orden a los que no entienden la gravedad de la situación e irrespetan las medidas preventivas, pero no necesariamente se tiene que actuar igual con todos los ciudadanos.
No basta con solo aplicar multas a quienes andan en las calles como chivos sin ley, muchas veces hasta sin mascarilla, también hay que aislar a esos irresponsables que andan propagando el virus, encerrándoles donde no puedan hacer daños a otros.
Pienso que los extremos son negativos cuando se generalizan. No se debe ser demasiado permisivo, pero tampoco asumir decisiones intolerantes, inflexibles. Hay que tomar en cuenta factores económicos, sicológicos, sociales y de salud física.
El confinamiento prolongado en un país en donde un alto número de ciudadanos vive del chiripeo no es conveniente, pues la salida no puede ser evitar que la gente muera de Covid-19, aunque el resultado sea que fallezca de inanición por no disponer de alimentos, o que se caiga en una depresión o, peor aún, que termine en suicidio.
Coincido con quienes han señalado, en el país y en el exterior, que las políticas coercitivas no dan buenos frutos, que resulta más conveniente la participación consciente de los ciudadanos, porque de nada sirve querer cambiar, de golpe y por raso, los hábitos culturales de la gente.
Por eso he venido planteando en otros escritos la necesidad de que las autoridades entiendan que deben consensuar sus decisiones, no seguir con la adopción de medidas a rajatabla, sin tomar en cuenta otras consideraciones sobre la problemática derivada del Covid-19.
Me pareció escuchar en varias ocasiones al hoy presidente Abinader Corona, cuando era candidato, criticar la tozudez de su antecesor Medina Sánchez, de no querer reunirse con el liderazgo nacional, cuando la pandemia apenas empezaba, para buscar salidas de consenso.
Me pregunto, si el mandatario anterior se hubiese acogido a esa sugerencia, quién sabe cuántas muertes se habrían evitado y cuántos malos momentos se les hubiese ahorrado a ciudadanos que se contagiaron y se vieron cerca de la muerte.
Si bien existen protocolos recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para enfrentar las epidemias, la realidad es que cada país tiene sus propias particularidades y los presidentes, conocedores de la situación en cada caso, no pueden obviar esas realidades.
He señalado que la OMS hace recomendaciones, no dicta decretos a ser cumplidos al pie de la letra, pues sus propios ejecutivos han tenido sus aciertos y desaciertos, además, de que muchas veces se presentan conflictos de intereses en sus recomendaciones o decisiones.
El propio secretario general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha mostrado actuaciones erráticas y se le acusa de vivir dando palos a ciegas, de ahí que sus señalamientos son para ser considerados, no necesariamente para aplicarse.
Soy de opinión que en un país que supera los diez millones de habitantes, no se puede encerrar a todos sus ciudadanos, como si el colectivo en su totalidad sea responsable de las actitudes desafiantes de unos pocos, tal vez de miles, pero de ninguna manera de toda la población, pero sin pasarnos juicio, todos hemos sido declarados culpables y encerrados sabrá Dios por cuánto tiempo.
Tal como sugerí al ex presidente Medina Sánchez en su momento, hoy le digo al actual jefe del Estado, Abinader Corona, que haría bien si se decide a buscar el consenso para tratar de enfrentar y superar la crisis del Covid-19.
Entiendo que debe convocar a los partidos políticos, las sociedades médicas especializadas, el Colegio Médico y las organizaciones de base de la sociedad, como sindicatos, clubes culturales y deportivos, juntas de vecinos y otras entidades.
Me parece un buen modelo a seguir, para involucrar a la gente en la solución de ese problema que es de todos, no solo del gobierno, los encuentros comunitarios que promueve el Servicio Nacional de Salud, encabezados por su titular, el doctor Mario Lama y el periodista y funcionario público Luis José Chávez, con el fin de crear conciencia en la población de la gravedad de la pandemia y la necesidad de hacer lo necesario para evitar que siga propagándose el virus.
Siempre será mejor la persuasión que la coerción. Por eso, presidente Abinader Corona, usted que ha mostrado ser un gobernante sensato, democrático y que está preocupado por la suerte de sus conciudadanos, instruya a la vicepresidenta, Raquel Peña y al ministro de Salud, Plutarco Arias, para que hagan causa común el doctor Lama y el periodista Chávez para que podamos superar entre todos, la pandemia que nos ha llevado o enfermado a familiares, amigos y conocidos.
Pero, por favor, no siga en 2021 haciendo de la República Dominicana un gran reclusorio. Vea lo que pasa en otros países, como en Europa, Estados Unidos y algunos de nuestra Latinoamérica, en los que los encierros no han resuelto la pandemia, porque los gobernantes no se han ocupado de involucrar a sus ciudadanos en la búsqueda de soluciones y han apelado al uso del poder.
Sea usted la excepción. Inicie el nuevo año con una gran cumbre contra la pandemia y sus gobernados se lo agradecerán, porque urge parar el derrotero que lleva el coronavirus. Hay que parar el contagio y su estela de muerte.
En sus manos está el pandero.
rafaelpolanco@hotmail.com
(El autor es periodista y politólogo).
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