A Pleno Sol
La Constitución dominicana no puede ni debe ser modificada. No es un traje forjado a la medida de conveniencias políticas o sociales. Lo único aceptable es que se respete la Carta Magna. Que deje de ser el simple pedazo de papel, como lo calificara una vez el doctor Joaquín Balaguer.
El problema con la Constitución no son sus debilidades, sino las violaciones que acometen los políticos. A lo largo de nuestra vida república, pocos gobernantes respetaron la Constitución. Casi todos le hicieron remiendos, para favorecer intereses particulares.
La misma primera Constitución, aunque fuera un paso de avance político y social, fue escrita con la punta del sable ensangrentado de Pedro Santana. De ahí su camino ha sido tormentoso, y cada gobernante se profesó en el derecho de hacer su propio libro.
La Constitución está blindada. Plantea la norma de conducta de las instituciones y los hombres. Cada uno de sus artículos es acción para la convivencia de todos los sectores. Tiene normas que se deben respetar, y ahí está el problema.
Si se viola impunemente la Constitución está no pasará de un libro que se encuentra en un tramo de una librería. El dictador Trujillo hizo una Constitución a su capricho, pero ni siquiera a ésta respeto. Balaguer tuvo normas constitucionales que fueron delineados por él, pero nunca le hizo caso.
La Revolución de Abril se produce como respuesta al cercenamiento democrático ejecutado por el golpe de Estado del 1963. Su lema de combate era el retorno a la constitucionalidad sin elecciones. Ni las armas pudieron instaurar ese estado de derecho, porque el intento zozobró con la intervención militar norteamericana y el gobierno de los doce años.
La constitución no necesitas ser blindada. Son los políticos que han fallado, que la modifican a conveniencias, para propósitos grupales, sin tomar en cuenta los mejores intereses nacionales. Son los legisladores que venden su voto los que le han fallado a la Constitución.
Hoy, lo que queda es fortalecer la Constitución, hacerla respetar, pero no modificarla. La democracia no es la visión de un momento, ni la conveniencia coyuntural. La suerte de un pueblo no puede estar a los vaivenes del viento de las lides partidarias. El único blindaje que la Constitución necesita, es que los políticos la respeten. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
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