No hay cosa más perjudicial al derecho a la salud que negociar con ella y las enfermedades, y la realidad es que corporaciones globales están manipulando la pandemia para obtener súper-ganancias.
En lo nocivo a la salud, a eso quizás se le equipare el predominio de una alimentación tóxica y la ingesta de productos industrializados que afectan severamente el sistema inmunológico, desploman la defensa o generan otros males de otro tipo de empresas transnacionales.
La sobrevaloración de los esfuerzos a favor de determinadas vacunas anti-Covid y la dejadez que impera cuando se trata de generar remedios eficaces, tiene que ver con la mercantilización de las enfermedades y la racionalidad capitalista que pone por encima de necesidades humanas vitales el afán de ganancias de un puñado de magnates que se consideran dueños del mundo. Como también es la razón del bloqueo a medicamentos naturales y terapias baratas y eficaces.
Esa enorme desproporción en cuanto esfuerzos, inversión de capitales y recursos científicos, entre dos rutas que podrían ser complementarias, tiene una razón de ser bastante sencilla: el mercado de la vacuna es equivalente a la población mundial (siete mil millones de habitantes con dosis repetidas); el mercado de los medicamentos se reduce a personas infectadas que pueden detectarse por los síntomas, tomografías y pruebas.
La vacuna, como mercancía, con precio asignado para generar plusvalía, es un negociazo. Los medicamentos, en sus diferentes variantes, aún puestos en venta, pueden ser un negocio grande, regular o chiquito.
Es penoso que la OMS haya devenido en un mecanismo condicionado y/o tutelado -mediante diversas conexiones comerciales y financiamientos privados- por grandes laboratorios farmacéuticos y firmas productoras de equipos médicos de alta tecnología, incluido el accionar de los Bill Gates (quien financia más del 80% de su presupuesto y está detrás de una de las vacunas preferidas), los Soros, Rockefeller…; lo que conduce a favorecer protocolos afines con esos interés y bloquear propuestas alternativas o combinaciones de bastante calidad, sin dejar de reconocer que por fin se han incorporado los anticoagulantes al tratamiento del COVID, algo que se propuso desde el inicio de la pandemia.
Entre las vacunas, las rusa, china y cubana, no son preferidas porque se ofertan en forma gratuita; mientras con un silencio calculado se pretende ocultar que las vacunas de menores riesgos son las orales, que entre otros países, Argentina y Cuba están emprendiendo con buen pronóstico. Sobran, pues, los motivos para desterrar el negocio capitalista en salud, que ya le arrancó al país 40 millones de dólares.
narsoisaconde@gmail.com
(El autor es dirigente político residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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