Por Carlos Suarez
He escuchado y leído muchos comentarios e interpretaciones sobre esos comicios, pero nada o casi nada sobre la lección que podrían aprender los países donde la institucionalidad no existe, o es muy débil.
Pronto empezará la certificación del candidato presidencial ganador en cada estado de la unión.
Completado ese proceso, el colegio electoral convocará a los delegados electorales (uno por cada estado). Cada Delegado votará por el candidato ganador en su estado, con su respectivo número de votos electorales.
El candidato que resulte con mayor cantidad de votos electorales será entonces certificado por el colegio electoral como el candidato ganador de las elecciones a nivel nacional.
Ese candidato todo indica que será Joe Biden, el 20 de enero será juramentado por un juez de la Suprema Corte como presidente de los Estados Unidos. En ese mismo momento, veremos que todos los estamentos del Estado americano, incluyendo el Servicio Secreto y las Fuerzas Armadas estarán a la orden de la persona (Biden) que esas dos instituciones (colegio electoral y la Corte Suprema) hayan certificado y juramentado como presidente de los Estados Unidos.
Independientemente de cómo se sienta o piense el otro candidato (Donald Trump), no anticipo que lleguemos a ello, pero si el presidente saliente reusare abandonar la casa blanca, veremos cómo el servicio secreto y los militares lo removerán de la oficina, siguiendo las órdenes del nuevo presidente electo y juramentado por las dos instituciones mencionadas.
Las instituciones prevalecen frente a los intereses y deseos de una persona o grupo de personas, que se crean con más poder que los demás actores. Ese apego a la regla, a lo establecido; la aceptación de lo acordado, aunque a veces no vaya en tu favor, es el principio de la institucionalidad.
Entender y practicar eso en nuestros gobiernos y sus estructuras, en nuestras organizaciones políticas, grandes o pequeñas, haría mucho bien a nuestra cultura política y desde luego, a todos los países llamados democráticos.
(El autor es activista comunitario en el Condado del Bronx).
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