Su correo electrónico se iniciaba así. Félix tenía una vena poética y gran sentido del humor que siempre reflejaba en su hablar y su escribir. Sus ocurrencias le ponían la cara alegre a cualquier “sangrú”.
Todos/as celebrábamos y admirábamos su manera de enfrentar las controversias en la relaciones humanas y en la militancia revolucionaria, siempre con tranquilidad de espíritu y con sonrisa en los labios.
Ese divino tesoro se lo llevó el pasado miércoles de esta vida terrenal la pandemia inducida que azota al mundo, el virus de dudoso origen que impacta desgarradoramente esta sociedad plagada de injusticias e iniquidades.
Yo lo conocí a principios de 1990 cuando construimos Fuerza de la Revolución-FR y participaba en el Colectivo de Organizaciones Populares, y más tarde fortalecimos hermandad y camaradería en el Movimiento Caamañista-MC, del cual fue miembro de su Coordinación Nacional y director del periódico Tiro al Blanco.
Un ser bondadoso, solidario, talentoso… Un animador cultural y maestro de ceremonia de fina inteligencia. Con un humor lleno de picardía y sabiduría popular. Con un inmenso amor por la poesía, las artes y la buena canción, sin presumir de poeta o intelectual, aunque ciertamente lo era de verdad.
Valiente, sin alardear de guerrero. Protagonista de múltiples y variados combates por la libertad y la justicia. Siempre inclinado a vivir la cotidianidad del pueblo explotado y excluido. Siempre vinculado a los esfuerzos de organización comunitaria y lucha popular. Sabana Perdida, el barrio donde residía, supo de sus desvelos en defensa de sus humildes moradores. El Colectivo Caracol tras la huellas de Caamaño, también.
Cultor del amor y la amistad consecuente, padre e hijo ejemplar, supo granjearse un cariño especial en todos los entornos de su militancia por el socialismo y en su vida en pareja, familia y sociedad. Un gordito que emanaba humanidad. Tierno como las flores y firme como el acero.
Duele su desgarradora muerte en “soledad sanitaria”. Duele su entierro cruelmente condicionado por el estado de pandemia. Pero al menos Félix tiene muchos y muchas que le escriban, no como el coronel de García Márquez. No como los 30 seres humanos que fallecieron el mismo día de su muerte a causa del advertido genocidio generado por unas elecciones irresponsables y una apertura económica pésimamente manejada.
Es la diferencia entre los soldados conocidos por su impacto en la sociedad y los desconocidos por su marginalidad. Diferencia injusta, enraizada en la condición de clase y diferentes roles sociales y políticos. Félix, tesoro humano, manantial de amor, bondad y compromiso revolucionario, nos acompañará siempre.
(El autor es dirigente político dominicano residente en Santo Domingo, República Dominicana).
narsoisa@gmail.com
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