Un día antes de morir todavía daba por sentado que “eso” era lo último que haría.
Su cuerpo, todo “desguabinao” y esquelético, podía caer postrado en la cama por días, así como levantarse de un brinco en un segundo con una energía que metía miedo.
Aunque este protagonista tiene nombre propio, voy a generalizarlo y decir que, ¡somos todos nosotros!.
La capacidad motora del cuerpo humano, aunque pulula entre lo incierto y funesto, ¡es digna de catalogarla como “una súper héroe” o heroína!. Como deseen.
Moribundos que se levantan del lecho para continuar “jodiendo” por décadas.
Gente dada en desahucio cuyos familiares se mataron en la víspera por la herencia y el ex difunto se levantó para asistir al funeral de los desesperados ambiciosos.
La vida continua con el último suspiro navegando en otras dimensiones con renovadas energías.
Las pausas, el desdén, la desgana y todas las variedades de ocio no son exclusivas de la vejez o del avanzado proceso de los años.
Hay gente que muere antes de tiempo…
Los sueños, los proyectos, los deseos, no son postergables ni tienen fecha de caducidad.
¡Uno llega donde quiera o hasta donde pueda o quizás ni llega, pero el punto aquí no es llegar! Es intentarlo y disfrutar el empeño.
Nadie cree que morirá, es como un guiño que nos hacemos interiormente. Una verdad insertada a una mentira.
¡Como si en algún lugar de nuestro cuerpo hay una voz que susurra “todo es mentira” … ni siquiera la verdad! una verdad que nos advierte de lo infinito del tiempo.
Pero, ¿cuál verdad?
La única verdad a la que debemos arraigarnos los presentes, es decir, los que estamos “vivos”, si, así entre comillas porque esa es otra verdad discutible, es la de hacer. Sin pensar ¿cuántos años tenemos?.
El otro día me apenaba porque pensé que el tiempo que me quedaba no sería suficiente para “disfrutar” de todos los caminos andados y los esfuerzos empeñados en los mismos.
Sin embargo, di un paso atrás y recapacité; ¡no!. Lo que he vivido y lo que tengo es un regalo.
¡El aliento, el deseo, el afán y hasta la agonía!. ¿Porque no?. Son los atributos que nos advierten que vida aún queda. ¡Cuando se pierde uno de estos…es porque ya, zas! volamos.
Los noventa y tantos de doña Rosana, la mamá cubana de Tass, no parecen ser un obstáculo para continuar con el proyecto individual que tiene, desde hace unos 20 años …desde que la conozco.
Ella me habla que está a punto de “terminarlo” y de paso acentúa con entusiasmo que; “revolucionará al mundo”.
Y siempre termina con las, para mí, mágicas palabras, ¡chico! ¡Yo no me muero sin terminarlo!.
Ella sabe, mujer estudiada en la escuela hermética, que el día que termine su proyecto debe inventarse otro al momento, bajo riesgo de perder el entusiasmo por vivir.
No se trata de aferrarse a lo inevitable, al proceso natural de “llegar” “ver” y “partir” de la vida, sino de pasar estos momentos despiertos y aportando como podamos hasta el último instante en el que nos toque.
El ya difunto, del que hablé al principio de estas intenciones, tenía un propósito más que cumplir.
No se moriría hasta que lo cumpliera y, podría yo afirmar aquí, ¡pospuso su último suspiro por varios meses y fue aquella tarde que me hizo llamar para decirme…hecho!.
Murió a las pocas horas. Yo nunca supe cuál era su “proyecto” o afán, pero a mí me quedó claro que uno se muere cuando uno quiere y ¿los que no? Por azar o destino.
También me queda claro, que viejo, no es el que más tiempo tenga sino el que menos haga con él.
Yo pintaré y escribiré todos los días, todas las noches, así ustedes se harten de mi “desproporcionada” esencia creadora. Para mí es un regalo y lo haré…hasta mi último suspiro!. ¡Se jodieron!. ¡Salud!. Mínimo Caminero.
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
massmaximo@hotmail.com
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