El próximo cinco de julio no solo será declarado a qué persona y a qué partido le confiará el pueblo dominicano la responsabilidad de regir los destinos de la nación. Si bien la Presidencia de la República constituye el laurel principal, ese día se deciden otros trofeos, menos codiciados, pero dignos de atención.
Por ejemplo, el señor Gonzalo Castillo podría estar delirando con la primera posición, confiado en que la cuantiosa e impúdica inversión de recursos que para su candidatura ha destinado el Gobierno le otorgará los méritos y capacidades para gobernar el país, pese al ostensible rechazo que sobre él se cierne.
Incluso, Castillo habla en su propaganda de “mi presidencia” y “mi gobierno”, como si quisiera librarse del pesado fardo que significa ser candidato de un partido para cuyos dirigentes el robo público, los negocios sucios y la violentación de la institucionalidad son actos tan simples y corrientes como disfrutar un juego de béisbol.
Pero Castillo, llamado el Penco, quizá quiere dejar dicho que si llegara, por aborto de la historia, a ocupar el trono presidencial no será un monigote del actual mandatario, Danilo Medina, quien a contrapelo del buen sentido forzó la colocación de este pobre hombre como candidato, y no precisamente a la alcaldía de su pueblo natal.
Lo cierto es que ya Castillo ha ganado lo que podía ganar: notoriedad. Podrá mostrar su trofeo de excandidato presidencial, que para él es bastante. Medina, manejador de Castillo, será declarado el cinco de julio el “Gran perdedor”. La derrota será suya porque es Medina quien ha proclamado “Yo gano” esas elecciones.
El doctor Leonel Fernández, tres veces expresidente, parece que irá al lugar que le atribuyen las encuestas, pero tras el torneo electoral obtendrá el trofeo de “Líder de la oposición”, mientras Castillo regresa a su mundo de opacidades y negocios, entonces no tan rentables como han sido en los últimos ocho años.
Un trofeo poco envidiable le ha sido reservado a doña Margarita Cedeño de Fernández, a quien le toca doble derrota. Además de perder el puesto de vicepresidenta de la República puede ser lesionada su vida familiar, pues se ha colocado al lado de los enemigos de su esposo, Leonel Fernández. Esa deslealtad marcará su vida.
Después del cinco de julio las cosas cambiarán en República Dominicana. Y cambiarán para bien, pues aquí más malestar no cabe. Estamos hartos de las atrocidades del perverso grupo que ha usurpado el patrimonio nacional y ha implantado el imperio de la mala ley, la trampa y los antivalores. El pueblo optó por Luis Abinader.
rafaelperaltar@gmail.com
(El autor es escritor y periodista dominicano residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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