Por Rafael Méndez
Sin importar la valoración que se le otorgue, es innegable que, en una nación con antecedentes de marcada desconexión entre el poder y la opinión pública, la práctica de La Semanal introduce un cambio significativo en la comunicación política del país y, en última instancia, en la relación entre el gobierno y la sociedad.
El Gobierno del presidente Luis Abinader ha convertido a La Semanal en el eje central de su estrategia comunicacional, lo que plantea un desafío tanto para el periodismo crítico como para la ciudadanía: discernir si este ejercicio es una muestra genuina de transparencia o una herramienta diseñada para alinear el debate público con la narrativa oficial.
Comunicación gubernamental y campaña permanente
En términos de comunicación política, la campaña permanente es una estrategia legítima utilizada por gobiernos contemporáneos para mantener su presencia en la esfera pública, proyectar liderazgo y consolidar respaldo ciudadano más allá de los periodos electorales.
La Semanal encaja dentro de esta lógica al ofrecer un espacio de interacción entre el mandatario y los medios, facilitando la difusión de decisiones y acciones clave del gobierno. Aunque el presidente Abinader elude responder ciertas preguntas que podrían desviar la atención de los temas que su administración busca posicionar, este enfoque responde a una estrategia comunicacional centrada en resaltar los logros de su gestión.
Propaganda o rendición de cuentas
Sin embargo, cuando la narrativa se limita a destacar solo los aspectos positivos, la frontera entre transparencia y propaganda se torna difusa. La propaganda, al priorizar mensajes persuasivos para influir en la percepción pública, corre el riesgo de eclipsar el propósito informativo.
En este sentido, La Semanal ha generado la percepción de ser una herramienta de autopromoción que busca proyectar una gestión dinámica y activa. Además, enfrenta el desafío de evitar que ciertos actores, movidos por intereses particulares, intenten usar este espacio para exhibir lealtad al mandatario y al partido de gobierno con el objetivo de «buscar lo suyo» o, como se dice popularmente, «colocarse donde el capitán los vea».
Un cambio significativo en la relación entre poder y ciudadanía
A pesar de estas críticas, La Semanal representa un esfuerzo novedoso en la comunicación política dominicana. En un contexto histórico donde ha predominado la desconexión entre la clase política y la población, este ejercicio refleja una intención de apertura que no debe desestimarse.
Si bien es legítimo cuestionar ciertos aspectos de su implementación, el hecho de mantener una interacción regular con la prensa marca un precedente importante frente a los gobiernos que le precedieron, acostumbrados a una mayor opacidad.
Responsabilidad del periodismo y la ciudadanía
La valoración de La Semanal como un ejercicio de rendición de cuentas o como una herramienta propagandística recae en la capacidad de los periodistas y los medios de analizar críticamente su contenido. Asimismo, corresponde a la ciudadanía evaluar si los logros presentados responden a esfuerzos reales de transparencia o si se limitan a consolidar una percepción favorable del gobierno.
En conclusión, La Semanal es una pieza clave en la estrategia de comunicación del presidente Abinader, destinada a mantener un vínculo constante con la opinión pública. Su impacto dependerá de la capacidad de periodistas, medios y ciudadanos para discernir si se trata de una genuina rendición de cuentas o de una estructura cuidadosamente diseñada para fortalecer la narrativa oficial.
(El autor es periodista y exdiputado residente en República Dominicana).