Manny Randhawa/MLB.com
Fernando Tatis Jr. tiene una tendencia a brillar en los momentos decisivos cuando la presión está al máximo. La noche del pasado viernes en San Diego no fue la excepción.
Tatis estuvo en el centro de uno de los momentos más dramáticos de la carrera por la postemporada de este año, conectando un doble de oro contra los Medias Blancas en la parte baja de la décima entrada para mantener así a los Padres en la lucha por un puesto en la postemporada.
Fue el tipo de actuación decisiva que Tatis hace parecer rutinaria, y que los fanáticos de los Padres han llegado a esperar de su estrella. Pero para un joven aficionado que había viajado desde la República Dominicana para ver a su héroe, fue la culminación de un increíble viaje beisbolero que una vez estuvo marcado por la tragedia, pero que ahora es una fuente de inspiración.
En el verano del 2019, Mayker “Mikey” De Jesús Martínez era un niño de ocho años enamorado del béisbol. Su héroe era Tatis, un novato dominicano jugando en San Diego, y su sueño era seguir los pasos de Tatis hacia el estrellato en las Grandes Ligas.
“Siempre ha sido su héroe”, dijo la madre de Mikey, Nicaury Martínez, sobre Tatis. “Y cada vez que Mikey celebra su cumpleaños, todo es ‘Tatis, Tatis, Tatis’.”
En un día de julio que comenzó como cualquier otro en los veranos de su infancia en Puerto Plata, una ciudad costera al norte de la República Dominicana, Mikey estaba haciendo lo que más le gustaba: jugar pelota. Estaba practicando bateando del lado izquierdo del plato y jugando en la primera base en el terreno. Cuando no estaba lanzando, por supuesto.
“Después de la práctica, recogí mi guante y me subí a mi bicicleta”, recordó Mikey recientemente. “Y luego, después de salir del terreno, estaba montando por un callejón donde vi un camión que iba muy rápido”.
Era demasiado tarde para maniobrar y alejarse del camión que se acercaba rápidamente, y la bicicleta de Mikey no tenía frenos. El conductor del camión aceleró y no vio al niño a tiempo.
Mikey escuchó los gritos de los espectadores que imploraban al conductor del camión que se detuviera. Un instante después, Mikey estaba debajo del enorme vehículo, con su pierna derecha y su brazo izquierdo aplastados.
“Era un camión de concreto de seis ruedas”, añadió su padre, Edwin De Jesús López. “Era como un bulldozer.”
Mikey fue trasladado a un hospital en Santiago, a unas 45 millas al sur de Puerto Plata, y el pronóstico inicial era grave.
“Cada vez que veía a los médicos, decían que no eran buenas noticias”, dijo Nicaury. “Decían que Mikey no iba a sobrevivir.”
Los médicos mantuvieron a Mikey en coma durante 15 días, período en el que realizaron varios procedimientos quirúrgicos. En el cuarto día, observaron que la sangre no estaba circulando en su pierna derecha, desde la rodilla hacia abajo.
Ocho días después, esa parte de la pierna fue amputada.
El día 16, Mikey se despertó. No recordaba nada del accidente y había perdido incluso recuerdos de aproximadamente dos meses previos al mismo como resultado de las lesiones en la cabeza.
Poco después de darse cuenta de que había perdido la mayor parte de su pierna derecha, Mikey sufrió un hematoma — sangramiento localizado fuera de los vasos sanguíneos — en el cráneo.
Se realizaron más cirugías, y en total, Mikey estuvo en el hospital durante 45 días antes de ser dado de alta. Después de eso, tuvo que regresar al hospital con frecuencia durante los siguientes 11 meses.
Tomó ocho de esos meses reconstruir su brazo izquierdo, para lo cual se realizaron varios injertos de piel y se insertó una varilla de acero desde el codo hasta la mano para estabilización.
Durante ese tiempo, Mikey sufrió no solo el dolor físico resultante del accidente, sino también la angustia mental de todo el episodio. Más notablemente, la pérdida de su pierna. Y tuvo que soportar todo esto a la edad de ocho años.
Sin embargo, una idea que nunca cruzó su mente fue la noción de que nunca volvería a jugar béisbol.
“Si otros pueden hacerlo”, pensó, “¿por qué no puedo yo?”
“Sólo quiero jugar béisbol”
La rehabilitación de Mikey fue un proceso largo y arduo. Tenía que usar una prótesis en lo que quedaba de su pierna derecha, tomar varios medicamentos y aplicarse una crema
regularmente para asegurar que sus heridas no se infectaran.
Mientras era trasladado de casa al hospital y viceversa durante casi un año, Mikey anhelaba reclamar tanta normalidad como fuera posible.
En la cima de la lista estaba el béisbol.
“El plan de rehabilitación estaba en marcha”, rememoró Nicaury. “Y un día, me dijo: ‘Hey, sólo quiero jugar béisbol.’”
Nicaury, comprensiblemente, era reacia a dejar que su hijo volviera a un terreno de pelota con una pierna y un brazo izquierdo desfigurado.
“No”, respondió Nicaury mientras sacudía la cabeza, riéndose ahora de aquello. “Después de salir del hospital, siempre estaba revisando a Mikey para asegurarme de que estuviera bien y no tuviera problemas. No iba a dejar que jugara béisbol”.
Mikey no estaba facilitando las cosas para su madre. Al salir de una silla de ruedas cuatro meses después de comenzar su rehabilitación, comenzó a usar muletas. Antes de mucho tiempo, había roto varias.
“Con las muletas, simplemente era muy rápido”, contó Nicaury. “Estaba corriendo por todas partes con las muletas. Yo estaba muy ansiosa”.
Entonces, tomó un guante y un bate.
“Seguí diciendo, ‘¡No, Mikey!’”, prosiguió Nicaury. “Pero él solo seguía diciendo, ‘¡Mamá, realmente quiero jugar!’”
Así que Nicaury llevó a Mikey a ver qué tenía que decir el médico. Para su desagrado, el médico estaba completamente a favor, ya que esto le daría a Mikey la oportunidad de desarrollar destrezas físicas a pesar de su discapacidad.
Mikey había sido autorizado para todas las actividades de béisbol y poco después estaba de regreso en el play.
Un video de él jugando béisbol con muletas se volvió viral en las redes sociales, acumulando casi seis millones de vistas. Un espectador prominente se sintió profundamente conmovido por la determinación del niño y la inspiración que se había convertido para muchos otros.
“Realmente estaba admirando la dedicación que tiene y su amor por el juego”, dijo Tatis sobre Mikey. “Solo la pasión que tiene para seguir con su vida mientras lucha contra lo que ha enfrentado.”
Tatis quería mostrarle apoyo a Mikey, pero al principio no sabía cómo. Su madre sugirió un mensaje de video alentador, así que preparó uno. Se reprodujo durante una aparición que Mikey y su familia hicieron en un programa de televisión dominicano, que lo había programado después de su momento viral.
Mikey estaba visiblemente abrumado cuando vio el rostro de Tatis en la pantalla. Se le llenaron los ojos de lágrimas antes de voltearse y abrazar a su mamá. Sepultó su rostro en el costado de Nicaury mientras continuaba escuchando el mensaje personal de su héroe del béisbol.
En su primer turno al bate después de ver el video de Tatis, Mikey conectó un doble, recorriendo la primera base y llegando a segunda con una velocidad increíble para un niño con muletas.
No sería la única vez que un doble lo conectaría con Tatis de una manera especial.
‘Ojalá todos pudieran tener esta experiencia’
Mikey ha seguido jugando béisbol desde el accidente y, actualmente, juega por encima del nivel de las Pequeñas Ligas a sus 13 años, ahora con la ayuda de una pierna prostética.
A principios de este año, MLB contactó a la familia de Mikey con la esperanza de que estuvieran disponibles para volar a San Diego y que Mikey pudiera conocer a Tatis en persona.
El pasado viernes, todo se concretó cuando Mikey, su madre Nicaury, su padre Edwin y su madrastra Debbie pisaron el terreno del Petco Park antes de que los Padres comenzaran una serie de fin de semana contra los Medias Blancas.
Una gran sonrisa iluminó el rostro de Mikey mientras admiraba la majestuosidad de su entorno. Esto era muy diferente de los terrenos baldíos donde jugaba en su casa.
Mientras caminaba con su pierna derecha prostética a lo largo de la zona de seguridad cerca del dugout de los Padres, Mikey fue recibido nada menos que por Manny Machado, la superestrella de los Padres.
Machado fue el primero de muchos jugadores que se acercaron a saludar al niño. La procesión incluyó a Jurickson Profar, Jackson Merrill, Dylan Cease, el venezolano Luis Arráez, Ha-Seong Kim y los también venezolanos David Peralta y Robert Suarez.
Unos minutos después, el hombre que Mikey más deseaba conocer se acercó a él.
Tatis saludó a Mikey con un gran abrazo. Antes de darse cuenta, Mikey estaba pasando el rato en la jaula con Tatis, Machado y Profar mientras los Padres comenzaban su práctica de bateo.
Mientras las pelotas volaban por todo el estadio durante la práctica, a Mikey le dieron algunos de los guantines que se usaron para conectar esas bolas: los de Profar, así como otros, incluyendo un par de Tatis.
Al poco tiempo, la camiseta de Tatis que llevaba Mikey ya estaba firmada por el propio jugador, así como por varias otras estrellas de los Padres. Mikey también recibió una pelota firmada por casi todos los peloteros de San Diego, e incluso se llevó a casa un par de bates autografiados, incluyendo uno de Tatis.
“Fue muy emocionante para mí”, confesó Mikey. “Él es uno de mis héroes, y me dio un bate… Ojalá todos pudieran tener esta experiencia”.
Tatis dijo que fue un privilegio conocer a Mikey en persona. Incluso señaló que la determinación y la voluntad del joven para seguir jugando el juego que ama le ayudan cuando enfrenta sus propios obstáculos en las Grandes Ligas, siendo el más reciente una reacción por estrés en su pierna derecha que lo mantuvo fuera de acción durante más de dos meses.
Mientras estaba al lado de un niño cuyo pie derecho faltaba, se maravilló de la inspiración que Mikey se ha convertido para tantas personas.
“Todos tenemos esos momentos de lesión”, dijo Tatis. “Y verlo jugar y la forma en que lo hizo, puedes ver la pasión y el amor verdadero que muestra por el juego y lo valiente que es. Solo quiero ser una pequeña parte de ello”.
Ya había sucedido muchísimo en este día especial para Mikey, pero aún estaba lejos de terminar.
“Da un hit por mí”
El béisbol es diferente a otros deportes de equipo en que no puedes elegir quién tiene la pelota cuando el juego está en la línea. No puedes enviar a tu mejor bateador al plato en el momento más importante si no es su turno en el lineup.
Por eso lo que ocurrió la noche del pasado viernes en Petco Park fue especial, no solo por el resultado, sino por cómo llegó el partido entre los Padres y los Medias Blancas a ese punto.
Al principio, fue un duelo entre el zurdo Garrett Crochet y el lanzador que tiró primer no hit no run en la historia de los Padres, Joe Musgrove.
Los ojos de Mikey, naturalmente, estaban fijos en el jardinero derecho de San Diego. Cada vez que Tatis llegaba al plato, Mikey tenía su teléfono listo para capturar el momento en video.
Pero las tres primeras visitas al plato de Tatis terminaron de la misma manera decepcionante: un ponche.
“¿Qué está pasando con Tatis?” preguntó el papá de Mikey, Edwin. “Sigue fallando ese pitcheo afuera”.
En su cuarto turno, Tatis puso la pelota en juego, pero resultó en un rodado al campocorto.
Con los Padres ganando 2-0 y el juego ya en el octavo inning, las posibilidades de que Tatis pudiera cumplir el deseo que Mikey le había pedido antes del juego se desvanecían rápidamente.
“Da un hit por mí”, le había dicho Mikey a su héroe antes del juego.
Con los Medias Blancas a un out de la derrota en la novena entrada, el dominicano Lenyn Sosa de Chicago conectó un jonrón de dos carreras que empató el juego. Para la mayoría de los aficionados de los Padres, el impactante jonrón fue motivo de desesperación, pero para Mikey, significaba una renovada esperanza de ver a Tatis batear de nuevo.
El final perfecto
Cuando Tatis se dirigió al plato para iniciar la parte baja del décimo, su línea de 4-0 con tres ponches en la noche atenuó un poco las esperanzas de la multitud local, a pesar de su estatus como uno de los mejores jugadores del béisbol.
Brandon Lockridge, quien corría como sustituto de Arráez como corredor automático, tomó su posición alejado de la segunda base mientras Tatis se preparaba en la caja de bateo.
Después de engañar a Tatis con un slider, el relevista Justin Anderson volvió a intentar el mismo pitcheo, pero esta vez lo dejó sobre el plato. Tatis lo conectó hacia el callejón entre el jardín derecho y el central para un doble de oro, desatando la locura en el Petco Park. Pero para un invitado especial entre los más de 45,000 presentes, lo que acababa de suceder fue más que una victoria de los Padres dejando tendido al rival.
Fue el final perfecto para un día perfecto.
“Le pedí que diera un hit por mí”, recordó Mikey. “Y lo hizo”.
Mientras capturaba el segundo hit de oro en la carrera de Tatis en su teléfono, Mikey fue levantado sobre los hombros de su padre. Y mientras miraban el cielo sobre el estadio iluminarse con los fuegos artificiales por la celebración de la Noche de la Herencia Hispana, Edwin intentaba encontrar palabras para describir lo que sentía al concluir una ocasión tan surrealista.
Porque al ver a su hijo cumplir un sueño después de todo lo que había pasado, Edwin también había visto cumplirse un sueño propio.
“Todo tiene un propósito,” dijo Edwin entre los estallidos de los fuegos artificiales. “Todo sucede por una razón. Esta noche lo estoy viendo”.
Manny Randhawa is a reporter for MLB.com based in Denver.
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