Roma (FAO Newsroom).- En el fondo de su corazón, La Xayyavieng dice que “siempre ha sabido que la agricultura es nuestro salvavidas para sobrevivir y crecer”. Este hombre de 46 años, padre de tres hijos, ha albergado durante mucho tiempo el deseo de que sus hijos fueran agentes del cambio, trayendo conocimientos y experiencia desde el vecino Viet Nam a las tierras de la familia en la provincia de Attapeu, en el sureste de la República Democrática Popular Lao.
Sin embargo, tal y como han ido las cosas, el cambio ya lo está generando el propio La. Ha incrementado los ingresos familiares en un 160 % en solo una temporada, gracias a una abundante cosecha de sandías, y sin necesidad de salir de su país.
La espectacular transformación se ha producido después de que fuera seleccionado como uno de los residentes de su aldea natal de Phok, en el distrito de Saysettha, para participar en un proyecto denominado “Creación de sistemas agrícolas y medios de vida resilientes al clima y respetuosos con el medio ambiente” (Climate REAL, por sus siglas en inglés). La iniciativa la ha puesto en marcha la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) con el apoyo financiero de la Agencia de Cooperación Internacional de la República de Corea (KOICA).
Durante años, los ingresos anuales de La fueron inferiores a 1 350 USD (30 millones de LAK), apenas suficientes para cubrir sus necesidades básicas. La falta de acceso a tecnologías y conocimientos limitaba a La a las prácticas tradicionales, dependiendo para sus ingresos del cultivo de arroz de secano. Salir adelante en la temporada de lluvias siempre resultaba problemático. Cultivar hortalizas no era viable, ya que se pudrían o se las llevaba el agua y todo el trabajo era inútil.
Sin embargo, el proyecto de la FAO abrió nuevas perspectivas, demostrando que se podían cultivar hortalizas con éxito, tanto en la temporada de lluvias como en la seca.
Fue durante las visitas de aprendizaje e intercambio de conocimientos a otras zonas del proyecto en las provincias de Savannakhet y Champasak (más al norte), cuando La se dio cuenta de lo que podía depararle el futuro. “Supe desde el fondo de mi corazón que los invernaderos me serían útiles en cuanto los vi y entendí lo que eran”, explica.
Construidos con ayuda del proyecto y de los propios agricultores, los invernaderos minimizan los daños causados por el encharcamiento o las fuertes lluvias. Con esta estructura, La señaló que en sólo cuatro meses podía ganar casi lo mismo que antes en todo un año. Izquierda/arriba: © FAO/Bounmee Maokhamphiou. Derecha/abajo: © FAO/Souliyong Lattana
El invernadero ayuda a minimizar el encharcamiento y los daños causados por las fuertes lluvias. Aunque las láminas de plástico fueron suministradas por el proyecto, los agricultores contribuyeron con su mano de obra y artículos como las estructuras de madera y los clavos. Pero para que los invernaderos se utilizaran con éxito, La seguiría desarrollando sus competencias mediante la capacitación en la escuela de campo para agricultores y recibiría insumos agrícolas para comenzar.
Una parte fundamental de su desarrollo de competencias fue la capacitación en agronegocios, que ofreció a La orientación para comprender las necesidades de los mercados y las operaciones empresariales, como el mantenimiento de registros y el análisis.
Con la primera cosecha de lechugas, col china, cilantro, ipomoeas y chalote de la temporada de lluvias —cultivadas en el invernadero—, La informó de que en solo cuatro meses había ganado casi lo mismo que antes en todo un año.
El proyecto Clima REAL también le suministró semillas de sandía, pepino y maíz para que experimentara con ellas durante la estación seca. Estas semillas fueron un gran éxito, y La obtuvo un rendimiento de la inversión de hasta el 900 % en el caso de la sandía. No fue sólo cuestión de suerte, sino de la combinación de todos los conocimientos que adquirió, desde la preparación del terreno hasta la recolección.
El sistema de riego a pequeña escala, alimentado con energía solar y compartido por varios agricultores cercanos, ha sido un factor clave en el aumento de los beneficios, ya que La no tiene que sufragar el costo de la electricidad para regar.
“En sólo 75 días de trabajo, obtuve unos ingresos de 38,5 millones de LAK (1 738 USD) por la venta de sandías y 2,65 millones de LAK (117 USD) por la venta de pepinos. ¿En qué otro lugar podría ganar tanto dinero con lo que me apasiona?”.
Y añade: “el proyecto me ha dado mucho, mucho más de lo que podía imaginar. Es la esperanza y prosperidad con que siempre había soñado”.
La se ha convertido en un modelo para otros agricultores. Con su arduo trabajo y el apoyo de la FAO y la KOICA, los agricultores están gestionando mejor las limitaciones de las estaciones y forjando medios de vida más seguros y prósperos. © FAO/Bounmee Maokhamphiou
La ha sido designado como uno de los agricultores modelo del proyecto Climate REAL tras haber adquirido sus habilidades y conocimientos gracias a esta iniciativa y a otras anteriores en la zona.
Los agricultores de la aldea de Phok —en especial los miembros del grupo de producción de La—, ya le piden su consejo para las próximas temporadas de siembra. El plan es cultivar tomates, cebolletas, lechugas y cilantro, ya que la demanda y los precios son altos.
Para allanar el camino a sus hijos, La también ha empezado ya a transmitir su experiencia y conocimientos a su hijo menor, Noi, que ahora tiene 17 años y acude a la escuela secundaria en el distrito. La también está a punto de embarcarse en la ampliación de sus invernaderos de dos a diez unidades en un futuro próximo. Para La y los demás agricultores, con su arduo trabajo y el apoyo de la FAO y KOICA, se ha abierto un camino completamente nuevo, manejando mejor las limitaciones de las estaciones y consiguiendo unos medios de vida más seguros y prósperos.
https://www.fao.org/newsroom/story/reining-in-the-rainy-season/es