Trujillo no fue una «creación exclusiva» de sí mismo. Ni siquiera «algo» que se haya diseñado solo para él, sino más bien, «un hábito» común abrigado en el corazón del ser humano.
Convertirse en dictador no sería difícil para ninguno de nosotros si tuviésemos «el concurso» y una larga «hilera» de lambones y acólitos. El poder ciega y provoca sordera.
El dictador Rafael Leónidas Trujillo, no se hizo solo. Los gringos le pusieron ahí y le dieron rienda suelta con la «única condición» de que mantuviera «saludable» la colonia. Aquí resalta un detalle de la personalidad de este individuo; ¿Era nacionalista al principio o lo fue al final?.
Aceptar el oficio de mandamás, es algo que cualquiera de nosotros haría, pero, ¿Realmente Trujillo se creyó el cuento de que él era «el jefe»?. Al parecer, no solo él, Noriega en Panamá, Hussein en Irak, Somoza, Pinochet y siga por ahí que la lista es larga…
El caso que me ocupa, no es el de dar detalles de los treinta años, que «este señor» estuvo, ni los crímenes y desmanes que cometió o los aciertos que tuvo. Ya de Trujillo se ha hablado mucho y se seguirá hablando siempre porque el dominicano «lo odia y lo baila»…
Traer los restos del dictador, actualmente en España, y «reenterrarlos» aquí, en su tierra, ha traído controversias entre «los nacionalistas», «los patriotas», los trujillistas y los anti- Trujillo. Pero si ya tenemos a un Pedro Santana en el mismo panteón nacional, darle a Trujillo «un pedacito», donde sea, ¡no e na!.
El tema es serio para todos los que sufrimos de una manera u otra las ráfagas de la dictadura. Mi padre huyó al exilio por años y aunque logró regresar después de su caída, muchos no tuvieron la oportunidad del reencuentro, ya que fueron asesinados.
Trujillo fue una desgracia innecesaria, como son todas. No cabe aquí el refrán «No hay mal que por bien no venga». ¡Absolutamente que no!. Ni debemos «congraciarnos» ni alabarlo o apoyarlo, como he visto la ignorancia desplegarse hace unos años.
Pedir que regrese «un Trujillo» al poder, es un signo de derrota y brutalidad por quienes así lo piden. Trujillo fue un ser egoísta y abusador, no un hombre noble y ecuánime. No necesitamos este tipo de patanes dirigiendo el bienestar de todos y menos cuando contamos con muchos que mantienen la sensatez y la cordura.
¿Traerlo de vuelta a su patria? Sin dudarlo. Dentro de todo lo malo e independientemente de lo bueno, o que Trujillo era muy nacionalista. Trujillo era dominicano, no ruso, ni español. Nosotros debemos cargar con todos nuestros muertos hayan sido lo que fueran. Asesinos, traidores a la patria, etc., etc., etc.
Vuelvo a repetir, Trujillo se pasó de la raya, pero cada uno de nosotros guarda la incidía de un dictador, con honrosas excepciones. Bastaría con estar en la cima para que usted se dé cuenta de lo que es y no quiera soltarlo…
Ejemplo de ello son todos los que han sido presidentes de este país, desde la mismísima muerte de Trujillo. Balaguer, Leonel, Hipólito, Medina y hasta el actual incumbete que tantas veces dijo «que solo estaría cuatro años»… Y vuelve y vuelve…
La ambición no era exclusiva de Trujillo, lo es de todos. ¡Que lo traigan y lo entierren aquí! Y que todos los que lo adoran vayan a llevarle flores. La historia de un país es irreversible y no se tapa con un dedo. ¡Eso sí! Solo una tumba. Ni una avenida, ni una calle, ni un callejón, ni una cloaca llevará su nombre.
Su nombre quedará relegado como al de «aquellos dominicanos», que antepusieron su interés por encima al de todos. Un epitafio sencillo y humilde lleva grabada la siguiente sentencia: «Aquí yace un mal de todos, producto de la ambición y el desenfreno. Aquí yace lo que nunca debió nacer».
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(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, EEUU).