Redacción (Telesur).- De la Cruz de Cristo siempre se ha sabido. Según las escrituras, murió en ella antes de ser previamente torturado e insultado por sus opositores y por algunos de sus seguidores también.
De la Cruz de Mayo sabemos. El mundo y El Caribe la festejan al aparecer en el cielo, o al verse engalanada en la tierra, en los campos, sabanas y costas de esta zona del mundo.
En Venezuela hay tres personajes con el nombre de Cruz (amén de muchos otros, no dudamos), que están asociados a la cultura popular de esta nación. Los tres son costeños, dos de la costa oriental y uno de la costa central.
Cruz Salmerón
Cruz Salmerón Acosta, aunque no nació en mayo, llevaba la Cruz en el nombre y la Sal en el apellido. Los entendidos en literatura hablan de un poeta de martirio, de dolores y de soledades, que supo fundir en letras de altísima sensibilidad esa angustia y ese destino irreversible.
Una vez en Manicuare, terruño natal del poeta, pueblo muy seco de la otra costa del oriental estado Sucre, en la península de Araya, hubo un milagro y fue un milagro de agua. Cuando siendo muy joven murió el poeta, llovió tanto que era casi imposible sepultarlo, de tanta agua. Era un milagro y una señal porque antes de eso hubo una sequía tremenda en aquellos pueblos de Araya. La lluvia fue tanta que costó mucho llevar al poeta a su destino final, anegado.
El poeta había nacido muy cerca de Manicuare el 3 de enero de 1892, en un ambiente pleno de soledades, pescado y sal, con aves grises. Allí, en Manicuare, fallecería a los 38 años de edad, el 30 de julio de 1929, después de confinarse en su tierra natal y dictar sus poemas durante 15 años. El mal de Hansen (lepra) le impidió la movilidad de sus manos. Su alma, cerebro y sensibilidad nunca fueron tan activas.
La verdad es que no lloraba el cielo sino el pueblo de Manicuare y del estado Sucre cuando se supo de la partida física del poeta, al que amaban. “Azul que del azul del cielo emana/ azul de este gran mar que me consuela…”.
“La canción de Salmerón/ el que su vida cambió por un día de lluvia/ porque su tierra moría de sol…”, reflejó el Padre Cantor Alí Primera.
Cruz Quinal
Y el oriente venezolano tiene otro Cruz, este sí nacido en 3 de mayo. Nada menos que Cruz Quinal , quien vio la luz primera en 1934 en el estado Sucre, por la zona de Cumanacoa, concretamente en Botucal, San Lorenzo.
Cruz, artesano y músico, llamado en justicia el Rey del Bandolín, fue el creador del bandolín morocho, un gran referente en la música nacional, y de piezas excelentes que permitieron llegar a las profundidades del estribillo oriental.
Cruz Quinal, como Cruz Salmerón Acosta, también murió en su pueblo, allá en San Lorenzo. Tenía 53 años cuando decidió partir el 17 de julio de 1987, en su misma zona de nacimiento. Por fortuna la geografía no ha sido cómplice del olvido y cada vez más el tiempo y la obra nos acercan al significado de este hombre oriental al que debemos conocer más y mejor, pues de su existencia fructífera se desprenden lecciones que deberíamos tomar en cuenta en lo musical y en lo ético.
Hay un tercer Cruz, de La Guaira. Cruz Felipe Iriarte, el gran creador musical, nacido en 1922, libro abierto para hurgar en la musicalidad de su tierra y en las tradiciones que plasmó a través de temas como “Juana y José”, “El Frutero” y “La Negra Dorotea”. En Cruz Felipe nos detendremos.
Cruz Felipe
Siempre le conocimos como Cruz, aunque se asienta que el nombre de pila era Luis. Nacido en La Guaira el 14 de septiembre de 1922, Cruz Felipe (¿cuándo y dónde le rebautizaron así?) surgió de las empinadas cuestas que desembocan en el mar Caribe guaireño. Y surgió pobre sin considerar nunca que esa pobreza material fuera un límite para sus ganas de expresión. El maestro fue alumno de Vicente Emilio Sojo, y también de Antonio Estévez, mientras trabajaba pegando ladrillos y claveteando maderas para poder estudiar los símbolos en las partituras.
No es para nada difícil deducir que el entorno social de su desarrollo humano fue el alimento que permitió las joyas que ahora nos quedan como legado:
“Me estaba contando Juana/ que su marido José
la deja por la mañana/ sin papelón ni café/ …
…Cálmate Juana / y no llores más
de aquí a mañana/ se te olvidarán
todas tus tristezas/ y tu preocupación,
junto conmigo, vivirás/ en una casa con balcón
y así la vida pasarás/ llena de ilusión”.
El Maestro
Bien pudo Cruz Felipe Iriarte, con toda esa carga de talento, emprender caminos para buscar otro tipo de gloria. Era válido. Algunos pensarán que no se lo creía, pero por estar seguro de ello optó por desparramar talento y ganas en su tierra natal. Cruz Felipe y La Guaira eran una sola cosa, alma y paisaje. Cotidianidad reflexiva y poesía, gracia del pueblo:
“Mira cómo baila el merengue/la negrita Dorotea
como su cintura menea/dando pa’lante y pa’trás
ella cuando baila el merengue/cuando mueve la cintura
es con sabrosura como lo baila/ como le da”.
La gloria del pregón
Tanto como anuncio oficial de las autoridades en la antigüedad o como expresión popular que acompaña la acción de vender, el pregón es tan viejo como las concentraciones urbanas de la civilización con la diferencia de que, mientras el comerciante establecido puede no hacer uso de él, el comerciante ambulante tiene que usarlo, porque depende de su pregón para anunciar su paso y su mercancía.
El asunto está en cuándo y cómo el pregón callejero deja de ser un simple grito de anuncio para tener visos musicales.
En algún momento el pregón abandonó su medio natural, la calle, y se apartó de su primera finalidad, la venta, para convertirse en un género musical. El pregonero va a seguir anunciando su mercancía, pero el pregón pasa a vender también un valor musical.
El pregonero como tal alcanzó su mayor auge entre el final del siglo XIX y la quinta década del pasado. Luego fue desapareciendo paulatinamente de las grandes ciudades. El tránsito intenso, los elevados edificios, la misma inseguridad, y otros sistemas de comunicación y anuncio lo colocaron en situación de moribundo. Se cambió la carretilla y la cesta por la motocicleta, y el ‘grito pelao’ por el megáfono…
En el selecto grupo de los pregoneros latinoamericanos está, por derecho propio, Cruz Felipe Iriarte:
“Allá viene el frutero/ con su pregón vendiendo las piñas
para las viejas para las niñas/ aquí sentado espero;
Si no puedes comprarme/ no vayas a quedarte, Teresa,
sin saborear las ricas cerezas/ yo te las puedo fiar.
Cómprame, Alejandrina, las mandarinas/ que aquí yo vendo,
la guanábana, el coco y el gran jojoto/ también los tengo.
Las naranjas sabrosas/ las pomarrosas también las llevo,
y el mango que a ti te gusta/ la lechosa traigo yo aquí
con la parchita y el melón/ tomates grandes y el ají/
Cambur/ y limón”.
Además de compositor y músico, Cruz Felipe Iriarte fue un docente a carta cabal. Impartió clases hasta que más no pudo, siendo además muy proactivo estructurando orfeones y corales en todo su estado natal, hoy La Guaira. Cruz Felipe cultivó en la juventud el amor no solo por la música sino por los valores propios del gentilicio y la tradición. Fue Patrimonio Viviente de la Música Popular y Doctor Honoris Causa de la Universidad Marítima del Caribe.
Tuvo la dicha de disfrutar de un excelente homenaje en vida cuando 11 orquestas típicas interpretaron sus temas en la Sala José Félix Ribas del Complejo Cultural Teresa Carreño.
La partida
El homenaje fue en abril de 2012. Un mes más tarde, Sombrero y Flux entregaron el testigo de una vida fructífera, plena de humildad y sapiencia. El 17 de mayo de 2012, Cruz Felipe Iriarte decidió reposar.
La Guaira se conmocionó ese jueves. Todo guaireño apartó sus dificultades para pensar en el amado Maestro.
Al día siguiente sus alumnos de todas las escuelas, de las academias, de los orfeones y corales, sus vecinos, todos, cumplieron con la cita en el complejo cultural que desde hace rato ostenta el nombre del querido Cruz. Allí la Orquesta Típica de Vargas (hoy La Guaira), como vanguardia de otras agrupaciones, hizo lo que había que hacer: Música, música de ángeles para el ángel negro que marchó a dar clases por allá…
Fue sembrado con honor y sencillez. Sin ostentaciones que a él no le hubieran gustado.
Han transcurrido 12 años. El legado de Cruz Felipe Iriarte está intacto y se crece a medida que aumenta la conciencia de su pueblo.
Compañeros en el Pregón de Cruz
Agustín Lara: “El organillero”, Don Pedro Flóres: “Traigo de todo”, Moisés Simmons: “El Manisero”, Ignacio Piñeiro: “Échale salsita”, Félix B. Caignet: “Frutas de El Caney”, Aquiles Nazoa: “El amolador”, Francisco de Paula Aguirre: “Claveles de Galipán”, César del Ávila: “El manguero”, Rafael Rincón González: “Pregones zulianos”, Billo Frómeta: “El mielero”, Stelio Boch Cabrujas: “Campesino”, Luis Laguna: “Golosinas criollas”, Rafael Salazar: “El pregón de las flores”, Juan Avilán: “Flores de Galipán”, Benito Canónigo: “El aguacate guarenero”, Guaco: “Pastelero”, Cruz Felipe Iriarte: “El frutero”…
La genialidad expresiva del caribeño, y sobre todo del venezolano, puesta al servicio de la música, tiene en el pregón un segmento de historia bien importante, en la que Cruz Felipe Iriarte cuenta.
¿Se extingue el pregón en la medida en que la causa que lo originó desaparece? ¿Qué cuota de identidad se marchará con él?
“Se fue Cruz Felipe Iriarte/ Se abre en el cielo un sendero/ Y San Pedro está anunciando/ señores: llegó El Frutero”. (Copla enviada por Adelis Freitez, fundador de “Carota, Ñema y Tajá”)
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