La paradoja del pueblo haitiano la han vivido, posiblemente, todos los pueblos del planeta. En el pasado, solían ser invadidos por vecinos o «foráneos» lejanos que codiciosos vagaban buscando fortuna.
En este caso actual, las rutas de escape no son muchas. Un mar de Oeste a Norte a Sur y una media isla «temerosa» de un pasado de no muy buenas luces a su Este.
Por extrañas circunstancias, la República Dominicana logró su independencia como nación, no expulsando a los españoles, como la mayoría de pueblos latinoamericanos, sino de «los vecinos» que hoy andan dando al traste su destino.
Está claro que los dominicanos no están «encantados» con recibir los más del millón o dos de haitianos que han logrado colarse a un lugar más seguro y en donde «puedan» prosperar adecuadamente, tal y como cientos de millones de todas partes del mundo han hecho en los últimos dos mil años de historia, para no llegar a las cavernas…
El problema amerita, como ya escribí hace tiempo, una intervención de países amigos, que, en primer lugar; impongan el orden, restablezcan la tranquilidad, e instauren una administración funcional que le devuelva la vida a esa pobre gente.
Si en países «algo civilizados» se han colado mafias que terminan desfalcando al Estado e instalando dictadores, imagínense ustedes los abusos que han tenido esta gente, esclavizadas por sus propios hermanos.
La consciencia se ha esfumado de Haití hace tiempo. Sus administraciones han sido usurpadoras del botín del Estado. Al grado, que hoy es un país en decadencia y en un acelerado deterioro.
¿Quién va a salvar a Haití? Porque no lo puede hacer su vecino. No es el caso de las últimas emigraciones hispanoamericanas, donde los hondureños, guatemaltecos, nicaragüenses, venezolanos y demás, tienen la facilidad de «caminar» y saltarse varias cercas…
Los cubanos siempre han gozado de «facilidades» a 90 millas de su costa. Los haitianos, a pesar de tener una inmigración numerosa en La Florida, más de 300 mil, tienen que sortear más de 700 millas…
No podemos esperar que el vecino nos pague la renta, la luz, el agua y demás necesidades básicas, que nos refugie en su casa y nos permita cambiarle sus costumbres y hábitos.
Ni los Estados Unidos, ni la República Dominicana, ni ninguna otra nación del mundo tienen que cargar con los «líos» de los otros. Si tienen que actuar, todos los países que han aprovechado los recursos de esa nación.
Canadá, Francia, la misma nación gringa y demás imperialistas «creso», que tanto han intervenido en «el bienestar» de otros… Han de colaborar en la transformación de esta media isla caribeña, que amenaza zozobrar y desaparecer en el inquieto Triángulo de las Bermudas…
Haití, otra vez, está en el «desmadre». ¿Qué estamos esperando? ¿Que terminen aplastados como los niños de Gaza y quedarnos callados también? ¿Seguir nuestra vida como si «estás» atrocidades son parte de «la naturaleza» del mundo?
Nicolás Maquiavelo afirmó hace varios siglos; «todos pueden ver, pero pocos pueden comprender». No hemos evolucionado nada, al parecer, quizás aviones, carros, mecedoras y una que otra aspirina…
Todos conocemos la verdad, pero hay verdades que parecen «conveniente» ser ignoradas. Hay desatinos y miserias ajenas, que no alcanzan a doblar la esquina. El bienestar humano, siempre va acompañado de un interés, que muchas veces termina en ceguera.
¿A dónde huirán los niños, las mujeres, los ancianos y demás?. No tienen hacia donde, por lo que hay que intervenir a costa de otros muertos que hoy ni sabrán de su amargo destino. Es la historia de siempre que nunca termina.
La historia del hombre «absurdo» que ha marcado sus fronteras desde tantos pasados.
Maquiavelo sigue presente a pesar del tiempo. «Un hombre que quiere ser bueno, ante tantos malos, labra su propia ruina». Aun sabiendo, este, que la mayoría de los hombres abrigan un bien en sí, no obvia que es solo cuestión de «oportunidad» revertirse…
Haití es la casa del haitiano. Donde está su raíz y lo que da sentido a su libertad de ser. Nadie se siente mejor que en su casa. Vamos a ayudarlos a salir del fuego, antes que las llamas terminen por consumir lo poco que les queda. ¡Salud! Mínimo Maquiavero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, EEUU).