A rajatabla
La democracia política se erige en el bien más preciado de República Dominicana porque a su cobijo se guarecen las libertades públicas y el adecuado clima de oportunidades de crecimiento y desarrollo en el marco aspiracional de un régimen de justicia social y equidad económica.
En América Latina ese sistema de gobierno está muy enfermo, contagiado de corrupción, populismo y clientelismo, que ha motivado una percepción cada vez más generalizada de que no podría sobrevivir a esos males, por lo que no pocas sociedades optan por regímenes de ultraderecha o ultraizquierda asociados con intolerancia y represión.
El informe sobre Riesgo Político América Latina 2024, del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile, refiere que la región sufre de inseguridad ciudadana, corrupción, desafección democrática y radicalización de la protesta social, lo que se resume en la sigla VICA (volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad).
Como consecuencia de esas falencias sociales, a las que se agregan el deterioro del clima de negocios, impacto de nuevas tecnologías digitales y del cambio climático, aflora hoy en América Latina una pronunciada desafección por la democracia, como lo demuestran los regímenes El Salvador, Nicaragua, Argentina y Venezuela.
Ese informe enfatiza en lo que define como clara tendencia del electorado latinoamericano de castigar al oficialismo, lo que en ningún modo debería presentarse como regla infalible, aunque se subraya que en 12 de las últimas elecciones, la oposición se impuso sobre la candidatura del gobierno, con la excepción de El Salvador y Paraguay.
El desbarajuste de la democracia en el continente tendría sus raíces en la dilatada crisis económica que abate a la región desde el sur del Río Bravo hasta la Patagonia, como lo refiere la Comisión de Estudios Económicos (CEPAL), de que el crecimiento del PIB será este año de 1,9%, menor que el 2023 (2,2%).
La clave del drama latinoamericano radica en que la región experimenta un profundo cambio político con bajo crecimiento económico, con desafíos sociales y estructurales aún pendientes desde el siglo pasado, como pobreza, desigualdad e informalidad, que a su vez generan conflictividad e incertidumbre.
La región se somete este año a una fuerte presión electoral con comicios presidenciales en Panamá, Dominicana, México, Uruguay y Venezuela, además de los ya celebrados en El Salvador, Paraguay, Guatemala, Ecuador y Argentina, lo que hace que los resultados se correspondan con la tendencia de desafección democrática.
La condición de insularidad de este traspatio no lo inmuniza de sufrir la crisis que afecta a la democracia del continente, más aun si se le ha diagnosticado algunos de los síntomas que tipifican esos padecimientos, aunque de justicia es admitir que el modelo dominicano aun no convulsiona.
Lo aconsejable seria que gobierno y oposición asuman como ejemplo o experiencia lo que sucede hoy en tierras continentales para que ni uno ni otro subestimen a los electores porque hoy, preciso es advertir, el voto es más político que económico.
orion_mejia@hotmail.com
(El autor es abogado y periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).