Son tantos los significados que se le atribuyen a la secuencia 444, que terminaría uno loco si los creyera todos. Unos dicen; «el éxito te espera», «estás rodeado de amor», «todo fluirá positivo», «protección y seguridad» entre muchas pendejadas más, sin embargo, preferiría creer en «aquella» primera «tesis» que leí cuando de curioso me puse a indagar aquel noviembre del 2017. Cuando abrí las puertas de mi estudio en la ciudad de Northwood, West Palm Beach.
Decía; «estás en conexión con el universo». Fue la única definición que encontré, en aquel momento, estas últimas… salieron «ahora»… Asumí como válido ese mensaje, ya que las cosas fueron fluyendo desde antes para llevarme a este espacio ubicado en el 444 Northwood Rd. No lo busqué, el universo me lo tenía reservado, ya que lo allí sucedería iría en concordancia con lo que allí se pintaría… surrealismo puro.
El pasado 26 de mayo, de este 2023, hicimos la despedida oficial del estudio 444. Invoqué a un encuentro entre mis amigos de siempre y los que llegaron a partir de aquel 2017 y, además, a quienes se hicieron parte del conjunto de actores que se «aparecieron» de la nada en el 444 y se hicieron parte imprescindible de esa historia.
Poco a poco me fui dando cuenta del propósito o destino que el universo me había indicado. Alcancé a escucharlo en un susurro de una voz por la puerta trasera, que siempre estuvo abierta, «has cambiado el barrio», saqué la cabeza para identificar quién afirmaba aquello y me encontré con una calle desierta y silenciosa.
Dudé de aquello al escuchar, dos días después, a un moreno fornido que ocupaba una casa vecina facilitada por el Estado para que realizara actividades culturales y a quien les quitaron a los pocos meses. ¡Ten cuidado!. Tienes enemigos en el barrio… Dos señoras «blancas»- continuó- se me acercaron para advertirme que «tuviera cuidado contigo», ya que eras «un activista radical». Claro, lo del jarrón seguirá vivo y si algo descubrí en esta ciudad, es que los gringos son más chismosos que nosotros.
Fue este mismo moreno quien una noche, a las 2 de la madrugada, me agarró fuertemente por la espalda, cuando salía del estudio, ¡y al reconocerme exclamo!. ¡Ah! ¡Pensaba que era un ladrón que te estaba robando!.
El 444 estaba ubicado al lado de una bodega de comerciantes de Bangladés, que atraían lo peor de toda el área. Vendían cervezas y mantenían a «los matones» del barrio en su interior, quienes les daban protección a cambio de que se les permitiera vender todo tipo de drogas. Era un binomio de beneficio perfecto. Fue allí donde conocí a Tree, el jefe del punto».
Northwood Road, está al norte del downtown de West Palm Beach, a unos dos minutos. A pesar de ser una calle donde los negocios son de una calidad «decente» el 444 no gozaba de esa particularidad, ya que la bodeguita mencionada lo hacía parte de ese desorden energético. La gente cruzaba a la acera del frente con tal de no pasar por él.
Sin embargo, y a pesar de ello, la inmensa vidriera del frente dejaba ver claramente todo lo que el 444 producía. De repente, las paredes se llenaron de colores y de figuras extrañas que atrajeron «a los valientes» y, que en más de una ocasión llegaron a exclamar, «nunca imaginamos que esto estaba aquí». Así fue, la energía del 444 fue contaminando el aire y se salió por todas las puertas alcanzando a tocar a todos.
Hasta Tree dio sus pinceladas llegando a pintar dos cuadros en un vano intento de mi parte para que cambiara de oficio. Tres disparos acabaron con su vida, pero la fiesta de al lado continuó con su rutina, dando por sentado que «eso» era parte de la dinámica. Me acostumbré al sonido de las balas y de los policías entrando desde la puerta trasera hacia la delantera, en una carrera a gritos, intentando atrapar a los desalmados que nada tenían que perder. Yo impasible seguía pintando.
Las prostitutas se tiraban agotadas al sofá del frente y allí quedaban en un éxtasis de «éxtasis «profundo que solo los enfermeros alcanzaban a despertar aplicándoles el antídoto que las regresara a esta dimensión que huían. Otras entraban completamente desnudas y perdidas. Solo un artista resultaba absuelto de semejantes sueños en donde se enfrentaban Diablos contra demonios en un infierno que cuál tornado se mantenía girando avasallador la estructura del 444 sin hacerle un rasguño.
Todos cerraban sus negocios con cortinas de hierro, temerosos de las piedras, botellas o balas, pero el 444 nunca las puso porque sus imágenes pegadas en telas sobre las paredes interpretaban las visiones de muchos, como Shannon, Rojo o Demont, los sin hogar que acudían diariamente al estudio en busca de una sombra o de un solo dólar. Fueron intérpretes de más de una de mis pinturas, otorgándoles títulos en muchas ocasiones.
Fue Rojo, quien una vez me dijo «Max, tal vez no lo sabes, pero hace tiempo que no estás aquí». Estoy a punto de darle la razón, son ya muy pocas las cosas de este mundo que atraen mi interés. Shannon, entró una vez muy decidido y requerido de darme el mensaje, se detuvo frente a mí y me dijo «Maxio, recuerda esto, no importa donde vayas, tu pensamiento siempre estará contigo, aunque te mueras»… confirmando la eternidad de la consciencia.
Los ricos también llegaron y dejaron su huella, y los jóvenes artistas que allí encontraron paredes donde descargar sus intentos. Las conversaciones espirituales, filosóficas e imposibles se dieron en innumerables ocasiones, llevándome al extremo de afirmar que hablamos tanta mierda que terminamos creyéndonosla.
No cambié el barrio, el barrio me cambió a mí. Terminé aprendiendo más de lo que pensaba y destruyendo mucho de lo que creía.
Los nuevos dueños que adquirieron el local me pidieron que me moviera. Hace un año que la bodega cerró y la gente ya caminaba por mi acera, pero el capitalismo avasallador ya tiene destinado destruir al 444 para construir una torre en «el nuevo Northwood». Yo ya tengo un nuevo espacio más grande en donde estoy montado mi nuevo estudio, no sé si estará lleno de surrealismo exterior, aunque en el interior está garantizado.
Ayer, cuando le entregué las llaves del viejo estudio a los nuevos dueños, alcanzaron a decirme; «sabes Máximo, ese espacio nunca ha tenido el número 444, los registros de la ciudad no lo reconocen, no aparece, por ninguna parte, solo 446″… Giré la cabeza frente al local y allí incrustado en hierro se leían claramente los tres 4, ¡bueno! Comenté, es que todo es surreal y el final no podía ser de otra manera. ¡¿O sí?! ¡Salud!. Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, Estados Unidos).
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