Hace justamente 20 años; el nueve de mayo de 2001, que la República Dominicana adoptó un «novedoso sistema de seguridad social». Es así como fue promocionado por años, hasta lograr que la población, obligada o por necesidad accediera a él, que tan pronto consintió, se encontró con carencias gigantescas en el cumplimiento de su mandato, principios, valores y cartera de servicios a ofrecer a las personas afiliadas. Una clara falta de garantía de este derecho humano.
Tenemos hoy, 20 años de vulneración, donde muchos actores del llamado Sistema Dominicano de Seguridad Social, han enriquecido sus arcas, algunos ya retirados en descanso, disfrutando las mieles del dinero a cumulado a costa del sufrimiento de la población. Mientras, otros siguen aumentando sus ganancias con un apetito que no se sacia.
Lo cierto es que el sistema, y su catálogo de prestaciones, más que proteger la salud de la familia, de la persona trabajadora, de los grupos vulnerables, jubilados y pensionados, ha traído desazón y gran gasto de bolsillo a la población dominicana. Muchos con padecimientos de alto costo y complejidad, catastróficos, han perdido lo poco acumulado durante décadas de trabajo forzoso. Ni hablar de quienes viven en pobreza extrema: resignación y esperar la muerte.
Al pueblo dominicano nada nos ha llegado sin lucha, mucho menos el respeto y garantía de nuestros derechos fundamentales. Aun a quienes somos promotores de ellos.
Se han tomado normativas supremas e ignorado como si fuesen letra muerta. Este «novedoso sistema» que se ampara en la Constitución dominicana, y se creó mediante la Ley 87-01, nos habló de fomento de la igualdad entre los seres humanos. ¡Qué paradoja!.
Cuanta razón tuvo Solón de Atenas, al decir: «Las leyes son semejantes a las telas de araña; detienen a lo débil y ligero y son deshechas por lo fuerte y poderoso». Sin embrago como la esperanza es lo último que se pierde, abrazo al conocido filósofo griego, Aristóteles, defensor de la ética y la solidaridad, cuando dijo: «No es pobre el que tiene poco, sino el que mucho desea».
Los gestores y propulsores; luego actores activos del sistema de seguridad social en nuestro país, nos hablaron de protección en salud, sobrevivencia, accidente de trabajo, vejez, enfermedad producida por el trabajo o enfermedad profesional, y también nos hablaron de garantías ante discapacidad. Pero, ante necesidades, cuánto trajinar tiene que vivir la persona afiliada para lograr que las prestadoras de servicios, cumplan lo pactado de manera oportuna, sin dificultad, sin fragmentar lo acordado, que siempre conlleva gasto de bolsillo, es decir el dinero que debe buscar la persona necesitada es significativo. Entonces ¿de qué cobertura hablamos, para que pagamos un seguro a una administradora?.
La población más necesitada y la vulnerable no han sentido la oportuna garantía de la seguridad social. Se votó 14 principios que parecen ser, para rellenar espacio, pues su ejecución oportuna aun la espera la población afiliada. Algunos como la universalidad, solidaridad, equidad, libre elección, la participación…, siguen siendo una quimera total.
El sistema ha creado nuevos ricos y ha hecho a los que ya eran ricos, más ricos, que se han servido de los beneficios en salud y la seguridad social que debe recibir la población dominicana, la más necesitada, la oprimida; toda. Como es el caso de la trabajadora; la que trabaja bajo dependencia y cumple largas jornadas, esa, que recibe en ocasiones, vejámenes, insultos, humillaciones a su dignidad y profesión; maltratos verbales, vulneración su intimidad personal y otras transgresiones de varias índoles a sus derechos humanos, para que cuando tenga una necesidad de salud, vejez, discapacidad, enfermedad profesional, tampoco encuentre auxilio en su sistema de seguridad social, ¡inaudito!.
Por tanto, es urgente la modificación de la Ley 87-01, del sistema de seguridad social, ese que tiene dos décadas gravitando con tantas falencias. Es preciso hacerlo inclusivo. Actualmente, es todo lo contrario, solo beneficia a su selecto grupo. ¡Un desatino!
Bien lo dijo Juan Pablo II, el papa de la familia y la juventud: «No habrá paz en la tierra, mientras perduren…, las injusticias y los desequilibrios económicos que todavía existen». Este sistema ha obligado a mendigar a quienes además de cumplir deberes deben gozar derechos en los seguros de vejez, discapacidad y sobrevivencia, familiar de salud y riesgos laborales.
Legisladores, actores del sistema, población, no perdamos más tiempo, hagamos caso al Padre fundador de nuestra patria, Juan Pablo Duarte y Díez; interioricemos su legado y accionemos para hacer retoñar y que produzca frutos basados en justicia social, el ahora carencial Sistema Dominicano de Seguridad Social.
Qué las enseñanzas del patricio y el sentimiento Duartiano retumben en nuestras mentes y corazones, hasta conseguir bienestar para la colectividad: «La Nación está obligada a conservar y proteger por medio de leyes sabias y justas la libertad personal, civil e individual, así como la propiedad y demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen».
Hasta pronto.
santosemili@gmail.com
(La autora es educadora, periodista, abogada y locutora, residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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